“A mí me eyacularon dentro del vagón del metro cuando tenía 20 años”, cuenta Laura Mena después de sorber un café medio aguado y morder una costra de nata.
Su caso no es una excepción, ni siquiera podría ser considerado extraordinario porque esto es Ciudad de México, la capital de un país donde más de 66.1 por ciento de las mujeres mayores de 15 años admite haber sido víctima de una agresión sexual; una urbe considerada como la cuarta más peligrosa del mundo para las mujeres por los altos índices de violencia machista y en la que se registran más de 600 feminicidios en los últimos seis años. Lo de Laura, si acaso, es la regla.





















