Sin que haya logrado una mejora en la crisis de seguridad, el gobierno de Peña quedó ya marcado por este tipo de escándalos.
La inseguridad solapada y la corrupción desde el poder tienen al Estado mexicano en una condición de vulnerabilidad como no ocurría desde la guerra civil de hace un siglo, la Revolución Mexicana.
Durante el régimen autoritario del PRI, el castigo a la corrupción fue sólo una estrategia de control político. Los pocos acusados eran exhibidos tras las rejas y sometidos al escarnio. Nunca con el propósito de combatirla.





















