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» » » » » Las barrancas de Álvaro Obregón, una geografía “perfecta” para desapariciones que se multiplican

Jóvenes de entre 15 y 35 años desaparecen a menudo cerca de las zonas más inaccesibles de Álvaro Obregón. Según estadísticas, entre 2018 y 2024 pasaron de ocho a 90 casos, por lo que madres y hermanas buscadoras aseguran que las barrancas han sido un terreno propicio para borrar su rastro.

Sergio Gerardo Jiménez Guerrero desapareció el 20 de octubre de 2023, cuando tenía 33 años, en la alcaldía Álvaro Obregón de la Ciudad de México. En abril de 2024 su familia denunció la lentitud en las primeras acciones de búsqueda e investigación y, para octubre, cuando se cumplía un año sin saber su paradero, la frustración por la falta de respuestas solo había crecido para su hermana Caro y su mamá Julieta.  

“La verdad no ha habido avance, no hay avance, y a raíz del cambio de gobierno han sido muchos cambios, nos cambiaron a los primeros MP, nos los han cambiado tres veces”, dice su mamá a exactamente un año y medio de su desaparición, de pie sobre las barrancas de Tarango, donde ha acudido a buscarlo más de una vez.

Su pelo cano y su bastón no ocultan sus 62 años, pero para buscar a su hijo la energía nunca le falla. Se nota en el esfuerzo con el que levanta cada piedra. Como su hija –que ha impulsado una lucha institucional– tiene mucho trabajo por estos días, es ella quien acudió a la brigada de búsqueda del 19 al 22 de mayo en las barrancas de Álvaro Obregón.

“Ahora sí que lo hago por mi hijo, lo voy a buscar hasta donde lo encuentre. Él nunca me hubiera abandonado a mí, y él ya me hubiera encontrado seguro, pero voy a seguir buscándolo, con o sin ayuda de autoridades”, remarca cuando la fuerza, el empuje y la serenidad con la que empezó la jornada se quiebran por un instante.

Horas atrás, desde las 7 de la mañana, llegó al punto de reunión en un hospital de la alcaldía para emprender en pequeñas camionetas tipo van el camino que se vuelve estrecho y empinado hacia la colonia Palmas Axotitla. Los camiones eran inviables esta vez, a diferencia de búsquedas en otros puntos, precisamente por esas características. Frente a un parque mínimo que trata de disimular –sin lograrlo– el basurero que es la barranca, se amontonaban los vehículos de la Guardia Nacional, la secretaría de seguridad, bomberos y rescate.

El punto más profundo de la Barranca resultó inaccesible para la señora Julieta, por el descenso a rapel que se requiere para llegar a él. Pero eso no la detuvo. En el punto más alto había tantas labores como en el más bajo, sobre todo de limpieza. Quitar las ramas caídas y revueltas que esconden costales de cascajo, bolsas con restos de comida orgánica, empaques de todo tipo, vidrios, pedazos de plástico y piedras que se confunden con los accesorios y ropa que alguna vez le pertenecieron a alguien. Hasta que sean analizados se sabrá si los tiraron intencionalmente o fueron despojados de ellos. 

Esa es la trampa de las barrancas. Esconden, por igual, la basura y los rastros del delito. Por eso se han convertido en puntos centrales para la búsqueda de personas desaparecidas en esa demarcación, donde el fenómeno ha ido a la alza en los últimos años.

Las mamás y las hermanas de jóvenes cercanos a la edad de Sergio coinciden en que la geografía de Álvaro Obregón se presta para desaparecer: la violencia, los cuerpos, la ropa, los zapatos, el rastro…

La señora Julieta enfatiza que las barrancas, además, tienen cuevas. Son áreas difíciles, también con muchos panteones y presas. Por eso ellas insisten en que la búsqueda de sus seres queridos no se aparte de estas, llenas de basura a primera vista, difíciles de explorar ya de cerca, y enlodadas en su base por las lluvias y los riachuelos.

Son varios los puntos que la mamá de Sergio no sabe si por negligencia o apatía de las autoridades no han sido explorados. Por ejemplo, el que rastrearon y limpiaron esta semana había sido visitado antes por algunas familias, en esfuerzos casi individuales, pero no en una brigada con la dimensión y el alcance de esta. Pero no es el único: hay otro que tiene más de medio año, dice, que las autoridades recibieron las coordenadas y han ignorado.


“A veces dicen que es por falta de recursos, a veces materiales, humanos, o que es peligroso el lugar, y no lo hacen; ya para más de medio año que dieron esas coordenadas y ellos no van, ya no sé si es incapacidad, negligencia, o no sé lo que es, apatía, o están rebasadas de ya tanta desaparición en la ciudad, y en todo México supongo. En distintos lugares, pero en Álvaro Obregón se han visto demasiadas desapariciones de un tiempo para acá”, lamenta. 

El problema, recuerda, empieza desde que las familias llegan a levantar reportes: “Lo tratan de disuadir a uno, lo mandan con el psicólogo, no sé si para tratar de no levantarlo, no sé cuál es su intención. Llegas y te dicen ‘señora, tenemos 8 mil carpetas’, como diciéndote que yo soy la 8 mil 1 y que no sé para cuándo me vayan a atender a mí, y a la desaparición de mi hijo, que es la víctima principal en este caso”.

Víctimas como Sergio: perfiles y patrones en Álvaro Obregón

Con similar patrón y perfil que Sergio, no son pocos. En la alcaldía Álvaro Obregón han desaparecido 322 personas entre el 1 de abril de 2018 y el 20 de mayo de 2025 –fecha en que se cumplieron 18 meses de la desaparición del joven–. La estadística ha ido en aumento año con año: de los 8 que se registraron en 2018, con un crecimiento a 36 en 2022 y 56 en 2023, alcanzaron las 90 en 2024, y en lo que va de 2025 ya suman 51. El 62 % son hombres, la mayoría en el rango de edad de 20 a 45 años.

En toda la Ciudad de México se contabilizan más de 4 mil 700 desapariciones en ese periodo. El 63 % son hombres y el 34 % mujeres. Ellas, en su mayoría en el rango de edad de 15 a 19 –con una tendencia significativamente creciente en ese grupo en los últimos años–, y ellos con las mayores proporciones entre los 20 y los 45. En ese universo se ubica uno de los principales patrones de las barrancas de Álvaro Obregón, que conserva hasta ahora el cuarto lugar de las demarcaciones con mayor número de desapariciones.

Por patrones y análisis de contexto –dice una mujer que busca a su hermano desde 2020, prefiere conservar su anonimato y también acudió esta semana a la brigada–, se sabe que muchas están vinculadas al crimen organizado. Las víctimas, describe, son usualmente jóvenes de los 15 a los 35 años, la mayoría hombres que viven por la zona o consumen alguna sustancia.

Esta es su décima búsqueda en toda la barranca de Tarango. Aunque en alguna de ellas encontraron dos cráneos, las autoridades lo atribuyeron a la cercanía de un panteón y un posible robo de osamentas. 

“Ni siquiera lo toman que realmente tienen un problema de desaparición, tanto en esta demarcación como en la Ciudad de México. La alcaldía en particular pues sí hay muchos desaparecidos y chavos, mucho chavo, chavo joven, y viene a raíz del 2019, finales de 2019, hasta la fecha, constantemente están desapareciendo”, remarca. 

“No le dieron seguimiento”: Diego Iván, desaparecido a los 20 años

Ese perfil describe igualmente el caso de Diego Iván Arreola Pérez, quien desapareció el 21 de mayo de 2023 en la Calzada de las Águilas cuando estaba por cumplir 21 años. Su mamá, Ariadna, que sí pudo bajar hasta el fondo de la barranca, también acudió a levantar hasta la última rama, piedra y desecho para encontrarlo. 

Explica que desapareció junto con otro joven al que conocía. Ella no tardó más de 24 horas para reportarlo después de buscarlo en ministerios públicos y hasta en el torito. Cuando denunció pudo tener acceso a cámaras del C5 y aunque se detectaron dos llamadas de emergencia, detalla, no sirvió para nada. “No le dieron un seguimiento porque si se hubieran movido rápido, yo creo que sí hubiéramos dado con ellos”, sostiene.


La Comisión de Búsqueda de la Ciudad de México le ha puesto un poco más de atención después de pegar las fotos de su hijo durante un año. Todo lo hizo sola, lejos de los colectivos de familiares. En ese tiempo, cuenta, se enfrentó al cambio de dos MP que nunca tuvieron avances y no hicieron nada. Ahora, uno nuevo le da un poco de esperanza. “Ahí vamos trabajando, pero no se hizo nada al principio”, lamenta.   

Ella también había estado en esa zona de difícil acceso y colmada de basura el año pasado, pero no encontró nada. “Está muy complicado, sí hay mucha basura, muchísima basura, y entre que la gente sigue tirando y tirando, no se puede. Yo creo que sí hay que buscar otra estrategia con la que podamos hacer más porque aquí no, es muchísima basura”, dice a unos minutos de haber subido a rapel del fondo de la barranca.

De las autoridades solo espera que se pongan a trabajar, no solo en la carpeta de su hijo porque hay mucha gente desaparecida, y a nadie le gusta estar buscando en áreas como esa.

“Que busquen como buscamos nosotras, que raspen, y no nada más así por fuerita, que se comprometan más y que sientan nuestro dolor para que hagan algo”, pide. “Que se metan con nosotros más a buscar, a buscar; no es una búsqueda que nos deje satisfechas”.

Ari quiere seguir buscando a su hijo en todo lo que pueda llamarse Tarango. Ya le habían dicho que en esa barranca habían encontrado a alguien hace un tiempo. Ella lleva rato de no vivir ahí, pero su hijo siempre regresaba con su abuela, que sí es vecina.

Le causa tristeza pensar en que Diego desapareció en el mismo lugar en el que nació. Espera que si alguien sabe de él, se acerque a ella, sin condiciones. En el fondo de la barranca encontró un pedazo de tela azul, similar a la de la sudadera que llevaba su hijo. No quiere que sea de él, pero va a solicitar el análisis.

“Hasta encontrarte, Diego. Yo te amo, y te voy a seguir buscando siempre”, promete tras una brigada más.

FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: MARCELA NOCHEBUENA.

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