Crónica de la elección judicial, desde la mirada de las y los funcionarios de Mesa Directiva de Casilla.
En la casilla 4837 de la alcaldía Cuauhtémoc en la Ciudad de México todo fue atípico. Desde marzo, apenas dos meses para la inédita elección de jueces, magistrados y ministros, los funcionarios del INE aún batallaban para convencer a ciudadanos para ser funcionarios de casilla. A diferencia de otros comicios, en los que en menos de una semana quedaba integrada la Mesa Directiva de Casilla, esta vez tardaron mes y medio.
“Me cierran la puerta en la cara”, decía entonces uno de los Supervisores Electorales.
Era apenas el primer indicio del desaire ciudadano que se consumaría el 1 de junio.
Aunque las personas elegibles para participar, según la insaculación del INE, eran aquellas cuyo apellido comienza con la letra “J” y hubiesen nacido en febrero y mayo, el 15 de marzo llegó a mi casa uno de los visitadores del INE. Mi apellido es de letra “R” y nací en noviembre, pero a esa altura, los funcionarios ya habían intentado con todas las letras del abecedario y la fecha de nacimiento no tenía importancia, y aún así no conseguían a nadie.
Cuando dije que aceptaba participar, el visitador no pudo disimular el alivio con una sonrisa. Ya había acumulado demasiadas negativas a diario en decenas de puertas tocadas y varios kilómetros recorridos, pero en el fondo, entendía por qué. Él mismo estaba viviendo un proceso electoral inédito con más incertidumbre que certeza en toda la década de trabajo en el Instituto. “Antes era un orgullo decir que trabajaba para el INE, pero ahorita…”, confesó entonces, mientras sacaba la papelería y tomaba mis datos. Así comenzó mi primera experiencia como funcionaria de casilla.
Y ocurrió durante una inédita elección, impulsada por el expresidente Andrés Manuel López Obrador y concretada por su sucesora, Claudia Sheinbuam. Efectivamente logró resultados e imágenes nunca vistas en comicios anteriores, como el de la mayor abstención de la historia electoral de México: 87 % de las personas con derecho a votar decidieron no hacerlo, aún cuando la presidenta había repetido incansablemente que “el pueblo” apoyaba la elección judicial.
Además de la baja participación, algunos de los que acudieron este domingo lo hicieron sólo para demostrar su descontento, que plasmaron con algunos mensajes sobre las boletas. A diferencia de otros procesos, esta vez los funcionarios de casilla no contamos los votos, pues lo harían en los consejos distritales dada la complejidad de las boletas, pero al clasificarlas por color y contarlas, pude ver varios mensajes de protesta: “Todo esto es un fraude y no sirve para nada”; “Así no”; “Esto es una farsa para gastar dinero a pesar de no haberlo”; “No los conozco”; “Abuso de poder. Esto es una dictadura”.
Durante las 13 horas de jornada como funcionaria de casilla, también quedó claro por qué otras personas que acudieron sacaban su celular en cuanto se enfrentaban a las boletas, por qué llegaban en grupo, o por qué al salir se tomaban una foto frente al cartel con el número de casilla.
Durante la clasificación de las boletas, en una revisión rápida, pude detectar claramente que hubo votos idénticos. Exactamente con la misma combinación de números de candidatos. Sólo del vistazo rápido pude contabilizar al menos 12 boletas por la Suprema Corte que tuvieron exactamente el mismo orden de elección, lo que parecía más un patrón que una casualidad.
Era el número 03, correspondiente a Lenia Batres; 08, de Yasmín Esquivel; 22, de Loretta Ortiz, las tres actuales integrantes del máximo tribunal y cercanas a Morena, el partido en el poder. El número 26, de María Estela Ríos y el 31, de Natalia Téllez. Mientras que la combinación en la columna de hombres incluyó a Hugo Aguilar, con el número 34; Federico Anaya (36), Isaac de Paz (40) y César Gutiérrez (49). Casi los mismos que aventajaban votos en el conteo distrital hasta este lunes.
Trece horas como funcionaria de casilla en CDMX durante elección judicial
La casilla 4837, en la alcaldía Cuauhtémoc, es una de las más participativas de la zona. Tiene un padrón de mil 40 personas y en cada elección acude una buena parte. En 2018 hubo 800 votos, un valioso 76 % de participación. Pero esta vez, desde los primeros minutos comenzamos a notar un panorama completamente opuesto: solo votaron 176 personas.
Nuestra jornada comenzó a las 7:30 de la mañana, ordenando la papelería. Unos ocho blocks por cada una de los nueve tipos de boleta para elegir los cargos del Poder Judicial que estarían en juego en esta elección. De los siete integrantes de la mesa directiva, seis de nosotros nunca antes habíamos participado en una elección de esta manera.
El único que sí, ayudó mucho a resolver cada duda aún cuando este proceso no se parecía a ninguno de los realizados previamente en la historia de nuestra joven democracia. Él mismo explicaba la complejidad de cada boleta, las diferencias en la casilla como poner sillas porque sabían que esta vez los electores se llevarían al menos 15 minutos en votar y no 2 minutos como en otros comicios.
O que todas las boletas se colocaran en una sola urna y no en urnas separadas por cargo, como siempre se había hecho; pero de haberlo hecho así, se notaría aún más las pocas boletas emitidas. En cambio, en una sola caja, aunque fueran pocas personas, se notarían muchas papeletas.
Pese a ser primerizos, logramos instalar la casilla y abrirla a las 8:30 con todos los funcionarios elegidos y sin contratiempos. Para entonces, ya había una fila de siete personas formadas, pero las primeras dos, recibieron las nueve boletas, las doblaron y las echaron en la bolsa de su chamarra.
Se negaron a elegir a los candidatos a ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, magistraturas de la Sala Superior y Salas Regionales del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), magistraturas del Tribunal de Disciplina Judicial, Magistraturas de Circuito, Juezas y jueces de Distrito Central Electoral. Además de magistrados del Tribunal de Disciplina Judicial de la CDMX, magistrados del Poder Judicial de la CDMX y jueces del Poder Judicial de la CDMX).
“Si se lleva las hojas a qué carajos vino”, asestó otra mujer de cabello negro y lentes polarizados. “Lo importante es que seamos libres hasta de no votar”, le respondió uno de los funcionarios de casilla.
La siguiente persona en la fila, un hombre sexagenario de tez morena y pelo rizado, comenzó el proceso a las 8:33 de la mañana. Tomó las nueve boletas y eligió un asiento entre los seis disponibles. Por primera vez se aprobó el uso de sillas para votar porque evidentemente sería muy incómodo, sobre todo para adultos mayores, estar 15 minutos de pie eligiendo números en nueve boletas.
De hecho, el hombre superó lo previsto. Terminó de votar a las 9 de la mañana, es decir, la elección le tomó 27 minutos, pero no fue quien más tardó, como lo hizo ver uno de los habitantes del edificio donde se instaló la casilla. Cuando éste salió saludó a su vecino sentado frente a una de las mamparas. Tardó media hora y cuando regresó, al verlo aún en el mismo lugar le soltó: “¿Todavía sigues aquí?, lo que desató las carcajadas de quienes estábamos ahí.
Su tardanza no era para menos, dada la complejidad de las boletas. Por ejemplo, en la color rosa, para elegir a magistrados de circuito, había que anotar un número por color y elección de hombres y mujeres; mientras que en la elección de juzgados del Poder Judicial de la Ciudad de México, el elector se enfrentó a un listado de nombres, cada uno con uno de cuatro colores correspondiente a cada materia: civil, penal, familiar especializado en adopción y familiar. Debía elegir solo a una persona por cada área de entre 46 opciones.
A las 10 de la mañana apenas una docena de personas habían sufragado. Uno de los funcionarios de casilla, quien trabajó como capacitador del INE demostró su experiencia durante toda la jornada. “En una elección normal habría ya unos 50 votos”. La afluencia, con ese nivel de participación, mantiene a los funcionarios de casilla tan ocupados que apenas pueden probar un bocado.
Esta ocasión no fue así. Los siete funcionarios tuvimos tiempo para estirar las piernas de vez en vez, platicar entre nosotros, revisar los teléfonos y sobrellevar el tedio de la espera como pudiéramos.
Algunos de mis compañeros confiaban en que este proceso inédito abriría la puerta a un Poder Judicial más eficiente; otro más lamentaba después la poca participación para elegir a nuestros jueces y se decía decepcionado de los jóvenes que no aprovechaban esta posibilidad.
A las 10:35 de la mañana se abrió la esperanza de que la asistencia fuera mayor. Doce personas llegaron prácticamente al mismo tiempo, y por primera vez en la jornada tuvieron que esperar turno. Una vez que recibían las boletas, tomaban un lugar y sacaban su teléfono para revisarlo cada vez que cambiaban de boleta.
Pero en realidad no era esperanzador sino más bien parecía parte de los efectos de una operación política. Para entonces, una fuente me había compartido los acordeones digitales que integrantes de organizaciones de comerciantes y vecinales habían recibido durante la mañana a través del servicio de whatsapp.
Eran listados con los números a elegir de acuerdo a la alcaldía. Incluso, dependiendo la zona variaba el sentido de la votación en los cargos locales, mientras que en los federales tenían coincidencia.
Veinte minutos después de la llegada de ese grupo, uno de los jóvenes, antes de irse posó frente al cartel con el número de casilla colocado en la reja del edificio mientras una mujer le tomaba una fotografía con su teléfono celular. Lo mismo ocurrió con otra señora que incluso levantó el pulgar como una comprobación más de su voto.
Mientras que en las siguientes horas, dentro de la casilla, se repitió el tedio para los funcionarios, que apenas recibíamos un votante cada 6 o 7 minutos.
A las 12:50 horas, un joven de gorra blanca, pants gris y sudadera negra llegó a la casilla, pero no entró a votar. Sólo se tomó una selfie frente al cartel del número de casilla, envió mensajes y se apostó en la acera de enfrente por media hora. Observaba y escribía a toda prisa en su teléfono.
A la media hora de su retirada, otra vez llegó gente al mismo tiempo. Otra veintena de personas hicieron fila y esperaron turno sin reclamar, resignados que ese voto les llevaría más de cinco minutos. Una de ellas, Zoraida, de pelo cano y con una pierna afectada que le hace cojear y la obliga a usar un bastón. Al terminar de votar se colocó frente al cartel con el número de casilla para que le tomaran una fotografía con su teléfono.
Al preguntarle para qué lo hizo respondió ser de una organización civil que se dedica a gestionar viviendas, aunque no quiso dar el nombre. “Nos piden que podamos comprobar que sí venimos a votar”, aunque negó llevar acordeón porque más bien votó “al azar”.
Acordeones y acarreo en una casilla de CDMX visto por una funcionaria de casilla
Gracias a esa participación, a las 14:25 se llenó la primera urna y, como indicaban los protocolos, el presidente de casilla la selló y asentó la acción en un acta. De esa hora y hasta las 6 de la tarde, la afluencia continuó a cuentagotas.
Entre los que acudieron entre otro grupo por la tarde estuvo un hombre vestido de negro y sandalias. Tardó 35 minutos en votar, aún cuando llevaba un acordeón de papel, como los que se habían conocido gracias a notas periodísticas. Estuvo todo el tiempo de pie, leía la boleta, se llevaba la mano a la cabeza, cambiaba el pie de descanso. Con la última boleta a llenar se le notó el alivio. Dobló el acordeón y lo metió en la bolsa trasera de su pantalón.
Depositó cada una de las papeletas y se despidió de la mesa con una sonrisa y deseando las buenas tardes. Otra señora de piel pálida, con un gorro tejido ocultando su cabeza a rape, terminó su voto y remató: “¡Uff, ya! Hasta ganas de vomitar me dio de tanto tiempo aquí”.
A las 18 horas, una vez cerrada la casilla, los funcionarios de casilla comenzamos otra parte de la labor y que también tuvo una acción inédita. A diferencia de una elección habitual, esta vez no contamos los votos, sino que sólo ordenamos las boletas por color y consignamos el número de papeletas utilizadas.
Metimos cada tipo de boleta en bolsas. En total, sólo 176 personas votaron de las 1,040 posibles en esta casilla. Las bolsas quedaron flacas y se veían aún más raquíticas cuando las pusimos frente a los paquetes de boletas sin usar. Esa era otra triste e inédita imagen: la mayor proporción estaba entre el material que se quedó esperando a 84 % de los posibles votantes y que, según se ha informado, sería destruido.
Al verlas, algunos comentaron la decepción de tanto trabajo para un resultado tan mínimo, aunque otros más hacían ver que era algo esperado ante el desaseo del proceso.
La imagen era brutal: esas bolsas con unas cuantas boletas después de 7 mil millones de pesos de presupuesto público gastados, 83 mil 974 casillas instaladas, 881 cargos judiciales en disputa. Sin embargo, esto también resultó ser el mensaje de la mayoría de los ciudadanos: el desaire a este proceso.
Al terminar el ordenamiento del material, el presidente y los secretarios llenaron las actas y colocaron la sábana con el número de votos en la reja de la entrada. Enseguida, el joven que había rondado durante la tarde se acercó a tomar fotografías y enviarlas en un chat de su teléfono. Tras de él, los policías capitalinos que habían vigilado la casilla, replicaron la acción.
Así terminó la jornada de 13 horas en la inédita elección judicial de AMLO, Sheinbaum y su partido Morena.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: NAYELI ROLDÁN.
No hay comentarios: