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» » » » » Carga de trabajo aplasta la justicia local: un juzgado recibe 5 mil expedientes al año y empleados laboran hasta 17 horas al día

Empleados del Poder Judicial relatan entre pilas de expedientes empolvados, húmedos y hasta pudriéndose cómo han visto duplicarse el número de casos y extender sus jornadas de trabajo, mientras los ciudadanos esperan respuesta de la justicia local.

En su condición de empleada administrativa del Poder Judicial de la Ciudad de México, Adriana sabe que su hora de entrada al trabajo es a las 7 de la mañana, aunque siempre ignora cuál será su hora de salida. Sabe también que desde primera hora deberá atender a decenas de personas, a veces cientos, que acuden al juzgado familiar del sistema escrito al que está asignada para realizar trámites jurídicos, pero que será sólo hasta después de las 3 de la tarde, cuando esa marea de gente se haya ido, que ella podrá enfocarse, al fin, en todo el trabajo que tiene pendiente.

Su centro laboral es un edificio en la avenida Juárez del Centro Histórico, que se debate entre el pasado y el futuro: en los pisos inferiores se llevan los expedientes iniciados en el antiguo sistema de justicia escrito, que se dirimen hasta la fecha. Mientras que en los pisos superiores operan los juzgados orales, renovados apenas en 2024, donde las partes resuelven sus conflictos hablando ante un juez y con trámites en línea, para dejar atrás el exceso de diligencias en papel.

Adriana, sin embargo, forma parte de la plantilla de los juzgados que aún operan bajo el antiguo sistema escrito, por lo que ella recibe al público detrás de un escritorio, atrapada entre montañas de expedientes impresos que se extienden a lo largo de los pasillos hasta llegar a los baños, algunos mojados, pudriéndose, o cubiertos de polvo, reduciendo el espacio que en el que las personas hacen fila para ser atendidas y por donde los demás empleados judiciales deambulan, moviendo pilas de papel de un lugar a otro.

Juzgados locales duplican número de expedientes que reciben al año

Debido a que México inició hace una década la transición al sistema de justicia oral, la capital del país extinguió la operación de 11 juzgados del antiguo sistema escrito y repartió los asuntos a su cargo entre los 22 juzgados que restan en operación, multiplicando así la carga de trabajo de Adriana y sus compañeros.

“Antes –explica–, al año llegaban 2 mil 500 expedientes al juzgado, máximo. Pero ahora, con eso de la extinción de juzgados del sistema escrito, ya llevamos como 4 mil o 5 mil expedientes.”

Debido a esa gran carga de trabajo por atender, reconoce Adriana, “muchas veces sacrifico mis sábados y domingos para sacar algo atrasado, o para adelantar cosas de la próxima semana. Si no, nunca terminaría.”

A inicio de este mes, comenta otra trabajadora, que pide no mencionar ni siquiera su nombre, “avisaron que llegarían más archivos, para que yo buscara dónde colocarlos, pero el único lugar disponible es mi escritorio y mi silla. Todo lo demás ya está empapelado”.

Así, empapelada, está incluso la puerta del juzgado, forrada con 40 hojas en las que se informa sobre los más de 700 expedientes provenientes de juzgados extintos, que ahora deberán ser tratados en este lugar, atiborradas de papel, gente y ruido.

Ciudadanos esperan entre pilas de expedientes la solución de sus casos en la justicia local

Un poco más allá, en estas mismas instalaciones, un hombre de 22 años y una mujer de 19 intentan llegar a un acuerdo por la custodia de su hijo, sentados en un pequeño escritorio, mientras la música de Natalia Lafourcade suena en el celular de una trabajadora. “Lo que construimos se acabó –dice la canción–, lo que construimos se acabó, se lo lleva el viento…”.

El acuerdo que están a punto de firmar será crucial para el sano desarrollo de su hijo de cinco años, pero la conversación fluye con dificultad, porque las actividades administrativas a su alrededor no frenan, así que deben tratar de dialogar mientras que, a sus costados, caminan y hablan los abogados y demás personas que también tienen asuntos legales que atender en el juzgado, como ese señor en la sala de espera, que grita “¡Necesito que me reciba la jueza o voy a ir al órgano interno de control!”.

En la sala de espera, quienes tienen suerte alcanzan silla y un lugar en la mesa para ojear la montaña de hojas en la que se ha convertido cada asunto. Los menos afortunados deben revisar de pie o esperar que se desocupe un lugar.

“¡No puede ser que la jueza no me reciba, desde que era secretaria de acuerdos!”, reclama el señor, que al final es atendido por un subalterno.

Es en medio de esta vorágine que los dos jóvenes buscan un acuerdo sobre la custodia de su hijo llegan a una propuesta de acuerdo, que piden analizar con sus respectivos abogados, pero, debido a que no hay un lugar privado en el que lo puedan hacer, se retiran a las esquinas del juzgado, para hablar en voz baja.

Luego regresan a la mesa, donde la secretaria de acuerdos alista los documentos que la jueza debe firmar. Mientras tanto, ambos jóvenes permanecen sentados, sin mirarse, ni dirigirse la palabra.

Antes de abandonar el juzgado, Adriana, la trabajadora administrativa que está aquí desde las 7 de la mañana, se despide con una certeza: “Si me va bien –afirma–, salgo de trabajar a las 8:30 de la noche, pero en los peores casos salgo hasta las 12 de la noche.”

Según la más reciente Encuesta Nacional sobre Impartición de Justicia Estatal, para el año 2023, en México había más de 6 millones de expedientes y causas penales por atender en el sistema de justicia local, que es el ámbito en el que se dirimen las controversias en materia civil, familiar, mercantil y penal. No obstante, la justicia local sólo estuvo en condiciones de atender y concluir 31 % de esta carga laboral.

FUENTE: ANIMAL POLÍTICO/OBSERVATORIO JUDICIAL IBERO.
AUTOR: ALEXIS ORTIZ, EDGAR LEDESMA.

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