martes, 15 de diciembre de 2020

“No podríamos resistir otro cierre”: vendedores de CDMX ante nuevas medidas por COVID

Hay cumplimiento desigual de las nuevas medias para evitar contagios en lugares como el Centro Histórico o la Zona Rosa.

A las 17:00 horas el Centro Histórico de la Ciudad de México inicia la evacuación de cientos de personas. En la primera jornada de aplicación de las nuevas medidas en las más de 200 colonias de atención prioritaria contra la COVID-19 el cierre anticipado de los comercios fue la principal novedad. Los locatarios, resignados a trabajar menos horas, reconocen que se trata de un mal menor. Asumen que el gobierno de la CDMX imponga restricciones para frenar los contagios y consideran que, al menos, no se ha decretado el cierre total como ocurrió en marzo.

“Tenemos miedo al colapso económico, ya estuvimos cerrados más de cuatro meses en los que no hubo venta ni ingreso”, explica Lilia Castañeda, que trabaja en una tienda que vende artículos para fiestas. Teniendo en cuenta el llamado explícito de las autoridades de Salud para que no haya celebraciones ni reuniones, no parecen buenos tiempos para este negocio. “Estamos vendiendo la mitad que otros años”, lamenta.

Dice que desde que se anunciaron las medidas especiales para zonas como el Centro Histórico llegaron menos clientes. Sin embargo, las calles están llenas de gente. Los clientes apuraron hasta el último minuto para hacer sus compras y pasadas las 17:00 horas había calles en las que no había sana distancia que valiera.

El miedo de Castañeda y de otros locatarios es que el gobierno termine por imponer reglas más estrictas o, incluso, otra clausura. “No podríamos resistir otro cierre”, afirma.

Adelantar el cierre a las 5 de la tarde es una de las medidas aprobadas por el gobierno de Claudia Sheinbaum. Además, en las zonas de más incidencia de contagios los restaurantes solo podrán vender comida para llevar y se retirarán los puestos de alimentación callejeros, al tiempo que se hace obligatorio el uso de cubrebocas para clientes.

No todas las medidas se cumplieron a rajatabla. En el Centro Histórico fue más fácil por la fuerte presencia policial. Sin embargo, en otros lugares como la Zona Rosa, las medidas fueron aplicadas de forma más laxa: algunos comercios seguían abiertos pasadas las 19:00 horas.

En la jornada en la que Ciudad de México superó su récord de hospitalizaciones a causa de la COVID-19, las calles del centro seguían llenas de clientes. Las autoridades trataron de organizar las calles para evitar aglomeraciones y se instalaron filtros sanitarios, pero el flujo de personas siguió siendo muy alto. La diferencia respecto a otras jornadas: que los clientes tuvieron que marcharse antes.

“Estas medidas se notarán en las ventas. Y no estamos cubriendo nuestros presupuestos”, dijo Pamela Herrera, trabajadora en un comercio de perfumes al interior del Centro Histórico. Explica que, a pesar de estar en vísperas de las celebraciones decembrinas, las ventas cayeron entre el 40% y el 50%. “Viene mucha gente, pero no compra. Nada mas vienen a preguntar y se pasan derecho”, explica.

Asegura que tiene miedo a contagiarse, porque conoce personas que han muerto por COVID-19 y lamenta que la ciudadanía no se tome en serio las medidas de control. “La gente le ha perdido el miedo, mucha gente no cree”, dice. “Se les dice que no tienen por qué venir y que si vienen tienen que respetar protocolos, como cubrebocas o careta, pero no lo respetan y eso nos afecta a nosotros”, asegura.

La principal preocupación de los comerciantes es que el gobierno no termine por decretar el cierre total. Es la disyuntiva que, desde el primero momento, tuvieron que afrontar las autoridades: clausuras totales para disminuir los contagios y poner en riesgo a las personas vulnerables que dependen del salario diario o ser más flexible con los negocios para evitar el colapso económico. Para Sergio Mota, empleado en La Parisina, un comercio de telas del centro, cerrar sería un desastre. “Aquí hay 25 empleados y cerrar sería perder trabajos”, argumenta.

En su opinión, “al menos seguimos abiertos”. Aunque reconoce la gravedad de la pandemia, considera que seguir trabajando es imprescindible. Y que, para evitar los contagios, están las medidas de seguridad. “Los que entran se tienen que cuidar. A veces se molestan, pero tenemos que seguir el protocolo”, afirma.

“Es preferible trabajar de esta forma y que no nos manden a casa”, afirma Mauricio Jiménez, dueño de una tienda de ropa interior. Recuerda con horror los meses que tuvo que permanecer clausurado. “Fue la locura. Me gasté lo que tenía de ahorros, me endeudé, tengo pendientes rentas y he quedado mal con los proveedores”, dice. Ahora, aunque sea con horario reducido, puede hacer ventas y “cumplir con las obligaciones”.

Todo el día detrás del mostrador le lleva a mantener una visión crítica sobre la falta de cuidados entre la población. “Muchas veces no son las autoridades, sino que uno tiene que cuidarse”, dice.

“Hay que cuidarse y ajustares a lo que nos dejen trabajar. Si es a las, a las 5. Pero que nos den una ventanita para trabajar y generar un ingreso”, asegura.

Las imágenes de las últimas jornadas, en las que podían verse grandes aglomeraciones para realizar compras navideñas, no se han traducido en un incremento de las ventas, a juicio Jiménez. “Hay mucha aglomeración, pero poca compra. No vendemos de acuerdo a la gente que hay. Vienen con la familia a pasear, nos falta responsabilizarnos”, se queja.

En el centro las medidas se implementaron de forma más eficaz que en otros lugares como la Zona Rosa o la Condesa. En el paseo comercial en la colonia Juárez, cientos de personas transitaban entre vendedores ambulantes y con varios comercios abiertos mucho después de las 17:00 horas. En algunas de estas tiendas aseguraban que no se les había comunicado que tuviesen que cerrar, aunque la zona está incluida dentro de las áreas de atención prioritaria.

“Tenemos que venir, el gobierno no nos da dinero y tenemos que trabajar”, explica Guadalupe Guzmán, vendedora ambulante en la Zona Rosa. Asegura que en toda la pandemia no ha podido quedarse en casa, ya que necesita lo que gana cada día para sobrevivir. “Bajaron las ventas, pero con que tenga salud, me basta con ganar algo para poder comer arroz o frijoles”, dice.

No todos incumplieron las normas. Cerca de las 19:00 horas, María Jesús Peña colocaba un cartel en una de las taquerías de la calle: “solo comida para llevar”. “Solo podemos trabajar para llevar, sin nadie dentro del negocio, ni siquiera para ir al baño”, dice.

Reconoce que hay tiendas que no deberían estar abiertas, pero también es consciente de las dificultades económicas que afrontan los comerciantes. “Esto nos afecta mucho. No se ha normalizado la venta, así que nos va a afectar más”, dice.

Las medidas impuestas por la CDMX buscan reducir los contagios en un momento en el que el número de hospitalizados se ha disparado. En pocas semanas sabremos hasta qué punto han sido efectivas y si logran limitar la exposición al virus.

FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: ALBERTO PRADILLA.

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