viernes, 1 de mayo de 2015

“Se veían tan humanos, tan inocentes, tan incapaces de llegar a hacer esto”: joven esclavizada en el DF

Zanduri, seudónimo que usó la joven que fue sometida a violencia y cautiverio en una tintorería al sur del Distrito Federal dio entrevistas para Univisión y el diario El País, en las que contó lo que sufrió en manos de Leticia Molina Ochoa y su familia.

Para Univisión dijo que era golpeada cuando no cumplía con sus labores de planchado o “por coraje”. Relató que llegó al local a pedir trabajo, pero después de un tiempo, las personas que la contrataron la encadenaron para que no dejara de laborar, porque si lo hacía la golpeaban hasta que sangrara. Detalló que la golpeaban con llaves tipo stillson o con palos.

En entrevista para El País, la joven mencionó que cuando llegó a laborar no se imaginó que la someterían pues “se veían tan humanos, tan inocentes. Tan incapaces de llegar a hacer esto”.

Zanduri narró para el diario español que tuvo una infancia difícil, “no me llevaba bien con mi mamá. Tomé la decisión de huir de mi casa, como toda señorita rebelde”, y se fue a vivir con su entonces novio, pero la relación no funcionó por lo que se quedó en la calle, sin casa y sin trabajo.

Por esos motivos pidió empleo a la familia Hernández Molina, pues ya había laborado con ellos cuando tenía 15 años de edad. Le pagaban 300 pesos por trabajar nueve horas de lunes a sábado.

La mujer, que también es llamada Ana o Alejandra narró que llamaba mamá Molina Ochoa “porque la veía como una familia”. Sin embargo, un día dejaron de pagarle y le cobraban las camisas que llegaba a quemar, luego de 14 horas de trabajo.

La familia la acusó de robar dinero, por lo que “fue creciendo la deuda, los problemas, el agotamiento. Toda mi vida ya era de ella. Era como si hubiera construido un muro tan alto que ya no tenía fin”, relató.

Zanduri consideró que los castigos no parecían desproporcionados, incluso, dice que “lo veía normal. Las primeras veces que Leticia me llegó a pegar, yo no lo veía mal, era como un correctivo de una madre a una hija”, explicó.

La joven contó que Leticia Molina le quemaba la espalda y el cuello con la plancha y le decía “que no servía para nada, que me odiaba, que lo mejor que podía hacer era morirme, que era un monstruo al que nadie quería”.

Sólo le daban de comer una vez al día, y para mitigar el hambre matizaba el plástico de las bolsas en las que envolvían la ropa de la tintorería. También bebía el agua de la plancha cuando tenía sed. Según los médicos que la revisaron, sus órganos parecen de una personas de 81 años de edad y su aspecto es el de una menor de edad.

Narró que una vez trató de escapar en noviembre de 2014, pero Molina Ochoa la descubrió y la encadenó en la sala de la casa. Le pusieron una cadena en la cintura, a veces en el cuello, atada a una varilla que le permitía moverse sólo desde su cama a una mesa para planchar.

El pasado jueves 16 de abril, Leticia Molina le colocó mal la cadena y la chica se percató, pero no dijo nada. El candado estuvo mal puesto por tres días, “fui asimilando mi escape, en irme y que no me saliera mal. Si se daba cuenta yo creo que no lo contaba”, expresó.

Zanduri saltó por la ventana en la primera oportunidad y usó un billete de cien pesos que encontró en la camisa de un cliente, tomó un taxi y huyó.

Tras su denuncia, las autoridades de la Ciudad de México detuvieron a Leticia Molina Ochoa y a otras cinco personas de la familia, que durante años “solo veían y callaban” las humillaciones. Están acusadas de delitos que podrían enviarlos 40 años a prisión.


Según detalla el diario El País, por primera vez en la entrevista, Zunduri levantó la mirada del piso para ver hacia el futuro: “Quiero tomar un curso de repostería y poner mi propio negocio de pan y pasteles”.

En su declaración, la víctima señaló que en la planchaduría donde la tenían retenida, ubicada en el Distrito Federal, le daban de comer una vez al día y muy poco.

Agregó que cuando pretendía apoyarse en la plancha para descansar un poco, era golpeada e incluso le quemaban la espalda con la plancha y que cuando las heridas cicatrizaban, le arrancaban las costras.

La Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) señaló, mediante un comunicado, que se trata del primer caso de este tipo en la Ciudad de México.

Asimismo, informó que fueron detenidos José de Jesús Sánchez Vera, las hermanas Leticia y Fani Molina Ochoa, y las hijas de ésta, Ivette y Jannet Hernández Molina, luego de realizar un cateo en el establecimiento ubicado en calle Izamal, Manzana 134, Lote 22, colonia Lomas de Padierna, en la delegación Tlalpan, donde presuntamente la víctima era obligada a realizar trabajos forzados.


Las mujeres fueron remitidas al Centro Femenil de Readaptación Social de Santa Martha Acatitla, y el hombre al Reclusorio Preventivo Varonil Oriente, todos acusados del delito de trata de personas en la modalidad de trabajos forzados.

En conferencia de prensa, la titular de la Fiscalía Central de Investigación para la Atención del Delito de Trata de Personas, Juana Camila Bautista Rebolla, informó ayer que la víctima llegó a la planchaduría a pedir trabajo y que los dueños le ofrecieron vivir en el lugar. Dijo que durante un tiempo le dieron un buen trato, pero después, la acusaron de robo, razón por la que la retuvieron y dejaron de pagar su salario.

Bautista Rebolla refirió que el trato que recibió la joven en cautiverio le provocó una severa anemia y añadió que, de acuerdo con los estudios médicos que le realizaron, presenta un aspecto físico de 14 años de edad, pero sus órganos internos y las funciones de los mismos son los de una persona de 81 años de edad.


La Fiscal agregó que en el caso intervienen peritos médicos en psicología, criminalística y química.



FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: REDACCIÓN.
LINK: http://www.sinembargo.mx/01-05-2015/1331446.

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