jueves, 11 de marzo de 2021

El costo de ser dependientes: el petróleo sube… pero la gasolina también. Y la compramos a otros

Aunque el precio de la Mezcla Mexicana de petróleo va en aumento, su nivel sigue siendo bajo. Y aunque tenga beneficios para el país, el problema de México es su insuficiente capacidad de refinación, su falta de autonomía energética y por tanto, un limitado poder para negociar mejores condiciones de importación de petrolíferos.

El incremento de los precios del petróleo —y en consecuencia el aumento de los precios de las gasolinas— en los mercados internacionales tiene un doble impacto en las finanzas públicas del país: por el lado de las exportaciones de crudo, Petróleos Mexicanos (Pemex) y el Gobierno federal recibirán más ingresos petroleros; pero por el lado de la importación de combustibles y el subsidio para mantener estables los precios de las gasolinas, el incremento le dará un golpe a la economía nacional, explicó en entrevista el analista energético Arturo Carranza.
El año pasado, México exportó el 65.7 por ciento del petróleo crudo producido en territorio nacional, de acuerdo con cifras de la Secretaría de Energía (Sener). Aunque la balanza comercial de crudo ha sido positiva en los últimos cinco años, los ingresos petroleros entre 2015 y 2020 cayeron 74.6 por ciento real, indican datos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP).
En el contexto de la pandemia de COVID-19 que desaceleró el consumo internacional de energéticos en 2020, los ingresos petroleros cayeron 38.7 por ciento y el precio del crudo nacional (o Mezcla Mexicana) tocó fondo. Aunque la Mezcla Mexicana se ha recuperado (31.9 por ciento) en lo que va del año, su precio actual—como el de los precios internacionales del petróleo— es bajo, de acuerdo con la doctora Miriam Grunstein Dickter.

Para la especialista en temas energéticos, 64.40 dólares por barril —que es el precio de la Mezcla Mexicana al corte del 5 de marzo de 2021— no es un “repunte espectacular”, sobre todo si se considera que lo adecuado sería un precio de 85 a 100 dólares por barril. Sin embargo, el precio actual del petróleo mexicano es mejor que el precio promedio (54.47 dólares por barril) entre enero y febrero de este año.

 

La reactivación de la movilidad social y de la economía internacional está regresando el consumo de energéticos a la normalidad, aunque aún falta que se recupere del socavón que sufrió con la llegada del coronavirus. Mientras tanto, los ingresos petroleros en México seguirán siendo castigados. Por ejemplo, la cantidad recaudada en enero de 2021 (48 mil 85 millones de pesos) es 16 por ciento inferior a la recaudada en enero de 2020.

A pesar de todo, lo más preocupante a nivel nacional es el aumento del precio de las gasolinas por el incremento en el precio internacional del petróleo, sobre todo porque México depende de las importaciones de petrolíferos para cubrir su demanda interna.
El año pasado, la gasolina importada equivalió al 67.8 por ciento de la gasolina consumida en el país; y en general, México importó el 55.8 por ciento de todos los petrolíferos consumidos en su territorio.

En ese sentido, Miriam Grunstein Dickter dijo que el problema no es la importación de petrolíferos, sino la falta de fuerza de negociación y de autonomía energética del país. “Si tienes una balanza comercial sana, qué te importa importar”, explicó. Para la también socia fundadora de Brilliant Energy Consulting, la cuestión es que al tener una balanza positiva de energéticos (o un equilibrio entre importaciones y exportaciones) existe más poder para negociar volúmenes y precios.
Por ejemplo, si Estados Unidos dependiera de México para la provisión de algún o algunos petrolíferos, sería más fácil para México llegar a acuerdos comerciales para reducir costos de importación. Sin embargo, la dependencia energética de México hace que su potencial de apalancamiento comercial (o leverage) sea muy limitado.

Al respecto, la especialista en materia energética señaló que aunque el Gobierno de México puede subsidiar y aplicar beneficios fiscales para frenar el aumento del precio de las gasolinas, “lo que no puede hacer es controlar los costos de refinación en el extranjero y sobre todo la logística”, que son factores que impactan los precios de compra.

MÉXICO: MAL REFINADOR

De acuerdo con el especialista energético Arturo Carranza, desde hace mucho tiempo se sabe que México es un mal refinador. Por ello, “una de las prioridades de este Gobierno es aumentar la producción de petrolíferos, de gasolinas automotrices, y ha destinado montos muy importantes para la rehabilitación de las seis refinerías y para la construcción de una nueva. Sin embargo, la rehabilitación de las seis refinerías no ha dado los resultados esperados en términos de lo que se esperaría incrementar la producción de gasolinas, y ahí están los datos: se han quedado rezagadas”.

Las cifras de la Sener arrojan que en los últimos seis años, el 58 por ciento del petróleo producido en México fue pesado. El resto fue ligero (32 por ciento) y superligero (10 por ciento). Ello implica que las refinerías tienen que procesar crudo denso con muchas impurezas cuando no tienen la capacidad para ello.
En enero de 2021, por ejemplo, las seis refinerías de México operaron al 45.9 por ciento de su capacidad productiva. Aunque hubo mejoría con respecto a enero de 2020 (36.2 por ciento) y con respecto a enero de 2019 (32.9 por ciento), la meta del Gobierno federal era que a estas alturas del sexenio, las seis refinerías estuvieran operando por encima del 50 por ciento de su capacidad.
Para Arturo Carranza, lo anterior no sólo implica que la producción nacional de petrolíferos está “rezagada con respecto a las metas establecidas para finales de 2020”, sino que también “las inversiones no están dando los resultados esperados, en parte porque hay un deterioro muy marcado en las seis refinerías de crudo”, y por otro lado, porque aunque la construcción de la refinería de Dos Bocas, Tabasco, “ahí va”, no estará lista en los próximos años y por ende, “no podrá incorporar volumen” de producción a corto plazo.

Las cifras oficiales indican que además de que la producción de crudo fue a la baja (-36.7 por ciento real) en los últimos 30 años, incluido el descalabro (-7 por ciento real) registrado en los primeros años del Gobierno de Andrés Manuel López Obrador, las producciones de petrolíferos y petroquímicos decayeron 68.6 y 125.5 por ciento real, respectivamente.
Sólo en 2019 y 2020, la producción de petrolíferos cayó 6.7 por ciento real. Allí están incluidas las gasolinas y el diésel, cuya producción fue a la baja en 10.5 y 1.3 por ciento real. Lo mismo sucedió con los petroquímicos, que en ese periodo presentaron un descalabro de 29.5 por ciento real.
En la siguiente tabla es posible consultar los datos utilizados en la elaboración de este texto. En el apartado “Producción anual” está incluida una comparación de los últimos cinco sexenios.
 

De acuerdo con el analista energético Arturo Carranza, el problema es que en la actualidad no hay una inversión suficiente para reactivar la producción de petrolíferos a corto plazo. Por ello, aunque el objetivo de incrementar la producción  es entendible y justificable, no hay recursos públicos suficientes y la única opción es una sinergia productiva entre Gobierno y privados.

En ese sentido, Carranza dijo que aunque la Reforma Energética no funcionó como estaba previsto, “es muy arriesgado tratar de cambiar de caballo a mitad del río sin tener un diálogo abierto en el que participe el sector privado, porque se genera un ambiente poco propicio para incentivar inversiones y generar confianza en el mercado”.
Por otro lado, señaló que México tiene que “ir acelerando la transición energética” para sustituir a mediano y largo plazos el consumo de energías fósiles. “Hacia allá va el mundo”, abundó el especialista energético, quién asimismo puntualizó que a futuro, el petróleo no tendrá el mismo impacto que durante todo el siglo XX, ya que los combustibles serán sustituidos y la riqueza del petróleo recaerá en la industria petroquímica, por ejemplo, por la demanda de polímeros y materiales derivados.
De acuerdo con Carranza, “México tenía una vocación marcada hacia la industria petroquímica en los ochentas y era uno de los principales actores a nivel internacional con Petróleos Mexicanos y con privados que empezaron a apostarle cuando fue permitida la inversión en petroquímica secundaria. Hoy en día hay empresas petroquímicas privadas mexicanas muy fuertes a nivel internacional, pero hay un rezago en la materia”, lamentó.

La circunstancia referida —junto con la falta de productividad y de autonomía energéticas— desdibuja los beneficios petroleros de México en un contexto en que los precios internacionales del crudo y sus derivados empiezan a retomar valor.
Asimismo, con todo y el aumento de exportaciones (6.7 por ciento real) y la reducción de importaciones (-44 por ciento real) de petrolíferos en los dos últimos años, el país lleva 30 años de deterioro productivo que hacen que las mejorías sean mínimas y que la balanza energética sea negativa para el país.
En un contexto de transición a energías renovables que limita el tiempo para reactivar un negocio que tiende cada vez más a la prevalencia de industrias petroquímicas que de combustibles, el problema no es fácil de resolver. Por lo pronto, Carranza concluyó que es una situación que depende más de inversiones para reducir costos de logística (como el transporte de energéticos), que de inversiones para reducir la dependencia energética, sin que ello implique quitar el dedo del renglón, considerando que la autonomía energética es una deuda pendiente y un problema de seguridad nacional.

FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: EFRÉN FLORES.

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