jueves, 29 de octubre de 2020

Etiquetas frontales, positivas pero insuficientes

Desde el punto de vista médico, hace falta construir una cultura nutricional para que la población modifique sus hábitos y no ceda fácilmente a la mercadotecnia. Por su parte, la industria se queja de que las prohibiciones que afectan su comercialización pueden tener serias consecuencias económicas.

Para don Chucho no hay opción en la tienda de abarrotes de la colonia ni en el supermercado donde adquiere su despensa: puede ver el exceso de sodio en los frijoles enlatados y en el atún; exceso de azúcares y calorías en los cereales; las tortillas de harina también sobrepasan los niveles de grasas saturadas. Ya ni hablar de jugos que en sus etiquetas presumen ser naturales, ni del yogurt o las gelatinas, que superan por mucho los niveles de azúcar que puede permitirse.

Él padece diabetes, igual que su esposa y sus tres hijos, además de 8.6 millones de mexicanos (10.3% de la población), para quienes la comida industrializada y procesada es dañina, pero la consumen porque su acelerado ritmo de vida requiere de alimentos baratos, de preparación rápida y siempre a su alcance, aunque el nuevo etiquetado frontal advierta claramente de los riesgos.

Dicho etiquetado derivó de la Norma Oficial Mexicana NOM-051-SCFI/SSA1-2010 (NOM-051), la cual entró en vigor el 1 de octubre para brindar al consumidor final información sobre el contenido de nutrimentos críticos e ingredientes que representan un riesgo para la salud en los productos preenvasados.

Para el director de Nutrición del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán (INCMNSZ), Héctor Genaro Nicolás Bourges Rodríguez, el etiquetado es un buen paso para reducir los elevados índices de obesidad (75.2% de la población), la hipertensión arterial que padecen 15.2 millones de personas (18.4% de los mexicanos) y la diabetes, pero se queda corto ante el terreno ganado por la mercadotecnia de la industria alimentaria.

“Quién sabe si el etiquetado va a reducir el consumo. Suponiendo que sí, tendría que haber una reformulación de muchos productos que tienen exceso de azúcar, de sodio y otros elementos. Habría que trabajar la reorientación alimentaria y hasta establecer subsidios a verduras y frutas. Es decir, toda una campaña de orientación alimentaria”, advierte en entrevista el doctor en bioquímica de la nutrición y metabolismo por el Instituto Tecnológico de Massachusetts.

Bourges Rodríguez ha sido testigo de cómo México ha ido perdiendo su cultura alimentaria a través de los años, con la apertura de los mercados y la llamada globalización.

Fragmento del reportaje publicado en la edición 2295 del semanario Proceso

FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JUAN CARLOS CRUZ VARGAS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario