martes, 22 de agosto de 2017

El salario se hundió con el TLCAN, y no sólo en México: también en EU, afirma académico de la Ibero

El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), que está en proceso de renegociación tras 23 años de su firma, provocó que en México y en Estados Unidos cayera el porcentaje del ingreso nacional que le corresponde a los empleados asalariados, y con ello las empresas trasnacionales han sido las beneficiadas, aseguró Miguel Santiago Reyes Hernández, académico del Instituto de Investigación para el Desarrollo con Equidad (EQUIDE) de la Universidad Iberoamericana.

“Los grandes beneficiados del TLCAN han sido las corporaciones que han llenado sus bolsillos con altos márgenes de rentabilidad mayores a sus países de origen –donde pagan salarios adecuados– a costa de los bajos salarios de los mexicanos que tienen los mismos niveles de productividad que los trabajadores norteamericanos. Subir el salario mínimo implica que cambie la estructura laboral del mercado nacional y el costo lo asuman los empresarios”, dijo Reyes en entrevista con SinEmbargo. “La ventaja competitiva que vende México son los bajos salarios, como en la industria manufacturera, por lo que orilla a otros países a mantenerlos bajos”.
En Estados Unidos, cuyo Presidente Donald Trump convocó a la revisión de este histórico acuerdo, del total de la producción nacional, el 64 por ciento se destinaba a los salarios de los empleados; pero a partir del tratado en 1994 disminuyó hasta el nivel actual de 58 por ciento. En México, si bien la caída empezó en 1976, antes del tratado, éste la incrementó e hizo descender de 50 por ciento en ese año a 24 por ciento en este 2017, documentó Reyes Hernández.

La caída se debe a que desde el inicio del TLCAN México tuvo como su principal ventaja competitiva los salarios bajos y también, en parte, por la crisis económica financiera de 2008-2009. Entonces, explicó el académico, con la integración económica y competencia con Estados Unidos el país presionó a la baja los salarios o al menos orilló a su estancamiento.

En Estados Unidos, a pesar de que se ha estancado desde 2009 a la fecha, el salario mínimo promedio es de 7.25 dólares la hora (mil 30 pesos por ocho horas) y en México es de 80.04 pesos al día. Además, añadió Reyes, menos de la mitad de la población trabajadora mexicana está asegurada y hay mucha precariedad en el mercado laboral.
“El efecto del libre comercio y la globalización fue la caída de los salarios en general ante la amenaza de que el capital se puede trasladar en cualquier momento de un país a otro. Si los trabajadores de un país no aceptan determinado salario, la compañía se va a México, donde hay libre comercio con Estados Unidos y se ahorran costo de nómina. Un trabajador de una empresa automotriz, por ejemplo, gana entre cuatro y siete veces menos en México que en Estados Unidos por producir lo mismo, lo cual presiona a la baja los salarios en ambos países”, reiteró.

Una segunda razón, expuso el investigador, es que las personas que migran a Estados Unidos en busca de mejores oportunidades y salarios mayores que los de México, con su mano de obra barata generan presión al mercado laboral para que en la Unión Americana los sueldos continúen bajos, pues “este tipo de trabajadores migrantes, al encontrar un diferencial tan alto respecto a su país de origen, en términos de ingreso, aceptan cualquier tipo de trabajo, que puede ser incluso con menores prestaciones y salarios de los que tendría un empleado afroamericano, asiático o blanco”.

LAS CORPORACIONES, ÚNICAS BENEFICIADAS

El Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, considera que el problema de empleos y salarios de Estados Unidos es culpa de México y los migrantes mexicanos, a quienes quiere frenar con un muro fronterizo.
“Son las grandes empresas transnacionales, estadounidenses y mexicanas, las únicas o las más beneficiadas con el Tratado de Libre Comercio al bajar los salarios en ambos países”, dijo el investigador Miguel Reyes, quien calcula que el crecimiento generado por el acuerdo comercial lo ha absorbido principalmente un grupo de 500 empresas que controlan el 60 por ciento del Producto Interno Bruto.

Del 16 al 20 de agosto, autoridades de Estados Unidos, México y Canadá realizarán la primera ronda de negociación del TLCAN a raíz de que Trump argumentó que este acuerdo “es el peor” de la historia estadounidense porque ha generado un déficit comercial de 60 mil millones de dólares con México. Sin embargo, eso representa sólo el 6.7 por ciento de su déficit total con el mundo y es mucho menor a los 319 mil millones que tiene con China, la segunda potencia mundial.

Por parte de Estados Unidos, ayer Robert Lighthizer, representante de Comercio Exterior, declaró que el acuerdo comercial “ha fallado a muchos estadounidenses y necesita importantes mejorías”, principalmente por “los enormes déficit comerciales, los empleos manufactureros perdidos, los negocios que han cerrado o se han trasladado por los incentivos del actual acuerdo”.


El Secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, dejó claro que para que “sea exitoso”, el nuevo TLCAN “tiene que funcionar para todas las partes involucradas, de otro modo no es un acuerdo”, por lo que debe haber flexibilidad. En la misma línea, la Ministra canadiense Chrystia Freeland afirmó que su país “no ve los déficit o superávit como una medida fundamental” para ver si una relación comercial funciona.

Sin embargo, destacó el investigador Miguel Reyes, México está renuente a negociar una parte del apartado laboral. Ayer Guajardo dijo que el tema de los salarios “son asuntos internos de cada país” y el Consejo Coordinador Empresarial (CCE) lo secundó.

A la par de la reunión en Washington, en calles de la Ciudad de México miles de integrantes de organizaciones del campo, sociales y sindicales se manifestaron contra el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), al culparlo de la marginación de los pequeños campesinos.

Con el lema “México mejor sin TLC’s”, marcharon del Ángel de la Independencia a la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE). Diversos líderes sindicales clamaron contra la pérdida de poder adquisitivo de los trabajadores, la importación de productos alimenticios y semillas de Estados Unidos, como el maíz, y la “pérdida de soberanía”.

El TLCAN sepultó al Instituto Mexicano para el Café, al Consejo Nacional para la Fruta, a la Productora Nacional de Semillas y a Fertilizantes Mexicanos (Fertimex), distribuidora estatal de fertilizantes para agricultores. Los sustituyó con empresas extranjeras e importaciones contra las que los pequeños campesinos no pudieron competir.

Como consecuencia el país importa del extranjero el 47 por ciento de lo que comemos. Trae el 80 por ciento de arroz, más del 40 por ciento de trigos y el 50 por ciento de ajonjolí, girasol y soya, han documentado líderes campesinos.


José Jacobo Femat, dirigente de la Central de Organizaciones Campesinas y Populares (COCYP), dijo que “todas las cadenas productivas tenían un referente estatal para el acopio, industria y comercialización. La apertura comercial generó las condiciones para que las empresas privadas invirtieran en los diferentes rubros de todas las cadenas productivas”.

TRUMP PIDE AUMENTO SALARIAL EN MÉXICO

La semana pasada, el Presidente Donald Trump pidió un aumento en el salario de los trabajadores mexicanos como parte de la renegociación del TLCAN para que las empresas mexicanas absorban los costos de disminuir los flujos de migrantes que buscan mejores condiciones laborales.

Al inicio de su gestión, el magnate ofreció disminuir el impuesto sobre la renta de 35 a 15 por ciento a las empresas privadas estadounidenses. Para compensarlo en los ingresos del Gobierno, pensaba aumentar los impuestos a las importaciones, pero no obtuvo el apoyo necesario del Congreso.

En ese sentido, sus asesores pudieron haberle sugerido a Trump que ese costo lo asuman los empresarios mexicanos, toda vez que en términos distributivos están teniendo ganancias extraordinarias y mayores a los hombres de negocios estadounidenses, determinó el académico de la Universidad Iberoamericana, Miguel Reyes.

En Estados Unidos, de 100 por ciento de la producción empresarial, el 58 por ciento se va a los trabajadores (trabajo) y el 42 por ciento a los dueños de empresas e inversionistas (capital). En contraste, en México entre el 22 y 26 por ciento se queda en el trabajo y entre 74 y 78 por ciento en el capital, documentó.
“A diferencia de otros países, aquí independientemente de que las personas estén más calificadas y preparadas, se tiene una población en mayor precariedad: la composición de la pobreza se ha dirigido hacia los educados. La probabilidad de ser pobre con estudios de licenciatura pasó del 12 por ciento al 33 por ciento y más del 60 por ciento de la población se encuentra con salarios que no cubren la canasta básica”, dijo el investigador Miguel Reyes.

Aunque la Confederación Patronal de la República Mexicana (Coparmex) ha pedido un aumento al salario mínimo, la otra cúpula empresarial, el Consejo Coordinador Empresarial (CCE), no está de acuerdo. Esta falta de consenso entre los hombres de negocios en México, se debe a que algunos no están dispuestos a reducir sus ganancias ni a ceder en su principal ventaja competitiva, que son los salarios bajos, afirmó Reyes.

Sobre el primer encuentro de ayer en Washington, el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Juan Pablo Castañón, dijo que la obsesión estadounidense con el déficit comercial “responde a las diferencias de las economías: si elevamos las cadenas de valor, disminuirá el déficit”, por lo que instó “a mejorar las condiciones de inversión en los tres países”.


Lo que es una vergüenza, concluyó el investigador Miguel Reyes, es que los trabajadores mexicanos ni los sindicatos de este país estén exigiendo el aumento salarial. Es paradójicamente Donald Trump quién lo está pidiendo… porque le convendría Estados Unidos, finalizó.

FUENTE: SIN EMBARGO.
AUTOR: DULCE OLVERA.
LINK: http://www.sinembargo.mx/21-08-2017/3287145