AUTOR: ERUBIEL TIRADO.
Para Miguel Ángel Granados Chapa,
en recuerdo y honor a su convicción democrática.
La reforma política aprobada esta semana por el Congreso da la puntilla a un organismo electoral agónico cuyo destino se debatía entre la esperanza de una transformación radical que recuperase su espíritu ciudadano o la deformación constitucional en su diseño orgánico y operativo. Transgresores de sus propias normas, los legisladores optaron por un futuro incierto en donde, hasta ahora, la única garantía que se vislumbra es la repartición de un poder electoral, alguna vez autónomo.
La autonomía del organismo, sin embargo, no es machacada por los partidos en el Congreso con la inducción estratégica y cómplice del gobierno. Ya estaba maltrecha desde hace rato por el comportamiento del máximo órgano de decisión del instituto, también alejado en cuestiones importantes para el sistema electoral y de partidos. Situación que, por desgracia, lleva más de un lustro en caída constante (a veces vertical, y otras en forma gradual).


