El reloj marcaba las 9:00 horas, es miércoles, en la sala funeraria 2 se encuentra el ataúd blanco que en su interior guarda los restos mortales de Emma Gabriela. A los costados, dos mujeres platican en voz baja las últimas noticias de los asesinos materiales que le arrancaron a la joven madre sus tres hijos, productos de embarazos de alto riesgo. Según la progenitora de la víctima.
Al fondo de la casona, que fue habilitada como edificio velatorio, está doña Ligia, una mujer curtida por el sufrimiento, pero que a simple vista parece entera, sólo ella sabe el dolor que guarda en su interior por el brutal asesinato de su hija.