AUTOR: JOHN M. ACKERMAN.
El plan de votar las retrógradas reformas en las materias energética y de telecomunicaciones durante la celebración de la Copa Mundial de Futbol es un claro indicador de la enorme vulnerabilidad del régimen.
Si Enrique Peña Nieto se sintiera seguro en su trono y con plena legitimidad social no sería necesario esconderse detrás de un espectáculo deportivo para distraer a la población. Al contrario, un gobierno fuerte y con solidez democrática tomaría su tiempo para convencer a los ciudadanos de las supuestas bondades de sus iniciativas en lugar de agravar el malestar social con un apresuramiento político innecesario e inútil.
Los únicos que tienen prisa para aprobar las reformas son las empresas y los individuos que se beneficiarán de ellas. Televisa, Shell, Pedro Joaquín Coldwell, Carlos Slim, Luis Videgaray, Emilio Azcárraga y una infinidad de especuladores financieros, televisivos y petroleros rondan como buitres sobre el cadáver descuartizado del Estado mexicano, listos para satisfacer sus voraces apetitos. Están desesperados por concretar el saqueo y la censura antes de que la ciudadanía se dé cuenta de que el rey camina completamente desnudo por las calles.





















