En un estudio de 2017, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) entrevistó a 452 adolescentes en centros de detención; el 35 por ciento aseguró que pertenecía a un grupo de la delincuencia organizada.
La detención de un menor de 15 años de edad, la madrugada del pasado domingo 12 de octubre, quien está acusado de los delitos de homicidio, secuestro y venta de drogas en Tabasco, recordó casos de otros menores involucrados en actividades ilícitas como el “El Ponchis” o “El Cachetes” y evidenció cómo el crimen organizado en México continúa con el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes.
Aunque actualmente no existen cifras oficiales por parte del Gobierno que permitan precisar cuántas niñas, niños y adolescentes han sido reclutados por parte del crimen organizado a lo largo del territorio mexicano, diversas organizaciones civiles e investigaciones periodísticas han intentado documentar las dinámicas de los grupos delincuenciales para involucrar a las infancias en estos contextos.
En 2019, un estudio realizado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), reveló que más de 30 mil niñas, niños y adolescentes en México formaban parte del crimen organizado. Asimismo, esta dependencia llevó a cabo 452 entrevistas, en 2017, a adolescentes en centros de detención, de los que el 35 por ciento aseguró que pertenecía a un grupo de la delincuencia organizada.
Además, de ese 35 por ciento que aseguró que pertenecía a un grupo de la delincuencia organizada, “la mayoría señaló que fueron reclutados entre los 12 y 14 años”. Mientras que, del total de los adolescentes entrevistados en centros de detención, otro 17 por ciento indicó que cometió algún delito en asociación con integrantes de la pandilla de la que formaban parte, así se puede leer en el estudio de la CNDH.
Por su parte, un informe de la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) y el Observatorio Nacional Ciudadano de Seguridad, Justicia y Legalidad (ONC), publicado en septiembre de 2021, destacó que la “utilización de personas menores de 18 años por grupos delictivos en México”, es una “excelente inversión” para estas organizaciones, ya que el sistema de justicia en México no prevé sanciones severas para este sector.
A esto se suma que existe una prescripción pronta de los delitos y que “no existe una vinculación entre el Sistema de Justicia para Adolescentes y el Sistema Justicia para Adultos”, señala el informe titulado Reclutamiento y utilización de niñas, niños y adolescentes por grupos delictivos en México, en el que se reiteró que “quienes entre los 12 y 18 años cometen un ilícito son sentenciados por un mínimo de tiempo”.
“El Sistema de Justicia Penal para Adolescentes tiene ciertas ventajas que son explotadas por los grupos delictivos. La utilización y el reclutamiento de niñas, niños y adolescentes resulta particularmente benéfica y redituable debido a que, en caso de ser detenidos a) se les dota de asesoría jurídica gratuita especializada, b) los delitos prescriben prontamente, c) las sentencias tienen una duración máxima de cinco años”, detalló el informe.
Por otro lado, la REDIM y el ONC también destacaron en su estudio que al ser tan jóvenes las organizaciones criminales logran que éstos menores generen un sentido de pertenencia con las bandas criminales, ya que se crean “lazos profundos”, a partir de las relaciones de colaboración, e incluso miedo, que se dan dentro de estas bandas delincuenciales, ya que los menores crean una “especie de espacio social” en donde pueden desarrollarse.
“El involucramiento de los niños, niñas y adolescentes es una 'excelente inversión' para la delincuencia organizada. La corta edad de los miembros les permite retomar actividades ilegales con facilidad en caso de tener breves encuentros con el sistema de justicia, además, otro beneficio de su juventud es la creación de lazos profundos con las personas con las que se relacionan a partir de la colaboración o el miedo”, enfatizó el informe.
El documento también contempla los aspectos aspiracionistas que los menores tienen como incentivos para ingresar de manera voluntaria a las organizaciones criminales. “En muchas ocasiones, los incentivos que tienen las niñas, niños y adolescentes de participar en actividades delictivas son de corte aspiracionista y se suelen desprender de su percepción de desigualdad, así como de la falta de alternativas para un proyecto de vida”.
Y es que, retoma el informe, a pesar de que en muchos casos los menores no logran mejorar sus condiciones “socioeconómicas a largo plazo”, el “espacio social” que conforman al interior de estas organizaciones, el algunos casos, les permite desarrollarse, pese al peligro que represente ese ambiente y los “diversos ejercicios de violencia y a la vulneración de sus derechos” a los que están expuestos.
“El modo de vida que experimentan las niñas, niños y adolescentes reclutados por grupos delictivos si bien puede no llegar a mejorar sus condiciones socioeconómicas a largo plazo, sí puede implicar la conformación de una especie de espacio social y de desarrollo dependiendo de las características de cada caso en particular. Pese a ello, es importante no olvidar que emprender este camino conlleva estar expuesto a diversos ejercicios de violencia y a la vulneración de sus derechos”, indicó el informe.
“Cuando las niñas, niños y adolescentes son reclutados o utilizados se les imparte cierto tipo de adoctrinamiento para que interioricen voluntariamente o no la identidad del grupo en cuestión. Es preciso mencionar que ello no solo conlleva cierto tipo de valores criminales, sino expresiones lingüísticas y prácticas de consumo y de ocio. Ello se lleva a cabo con la finalidad de generar cierto sentido de pertenencia al grupo delincuencial aunque este, en ocasiones, no llegue a ser del agrado de las víctimas”, agregó.
En esta misma línea, el documento de la Redim retomó un informe de la CNDH de 2017, en el que reiteró sobre el aspecto aspiracionista de los menores para formar parte de alguna organización delictiva, ya que estas se representan como una oportunidad para lograr un estilo de vida que de otra manera no podrían obtener.
“Hay una gran diversidad en las motivaciones que acercan a niñas, niños y adolescentes a la delincuencia organizada: está el deseo de tener un estilo de vida, emulaciones, poder y otros lujos y excesos, la aspiración por imitar a modelos o personajes de su entorno, el afán por formar parte de un grupo de identidad, las implicaciones que les produce vivir constantemente en situaciones de peligro”, indicó el informe.
En cuanto a las regiones en donde se presentan más casos de reclutamiento infantil, la REDIM y el ONC destacaron en su informe que ésto también va a depender del lugar, ya que no es el mismo reclutamiento que se presenta en la Zona Metropolitana de la Ciudad de México o en estados como Sinaloa o Chiapas, debido a que se debe tomar en cuenta la prevalencia de los delitos que hay en cada región.
Lo anterior está relacionado con la llamada narcocultura que existe en ciertos lugares de México, que también es parte de la motivación de los menores para ingresar a las filas del crimen organizado, lo que presenta una complejidad para analizar el fenómeno, debido a que el reclutamiento infantil estaría relacionado “con el tipo de organización presente en el lugar, con su capital geográfico, con prácticas delictivas ancladas e hiperespecializadas y con estrategias operativas específicas de los grupos que operan en la región”.
Por su parte, un estudio publicado por la organización Reinserta, en 2021, retomado por la agencia de noticias AP, también destacó tocados por Redim. Primero, el hecho de que a las personas menores de 18 años, la justicia no las procesa como adultos, por lo que los cárteles del narcotráfico las utilizan inicialmente para vigilar las calle, lo que se conoce como “halcones” y para vender drogas en las calles, y después los ascienden a sicarios,
Segundo, también retoma la denominada narcocultura que existe en ciertas regiones de México, que estaría motivando a los menores a ingresar a las filas del crimen organizado, ya que los infantes se ven atraídos por las drogas, las armas y las actividades delictivas que sus líderes les van asignando, por lo que, incluso, señala el reporte, en el norte del país, los jóvenes ascienden con más rapidez en actividades violentas que los menores del sur de México.
Por ejemplo, Reinserta retomó el caso de un sujeto al que identificó como Orlando quien, a pesar de no sufrir violencia ni abusos durante su infancia, decidió unirse a las filas de un cártel atraído por la narcocultura. Incluso, reconoció que gustaba de los corridos, de las narcoseries, de las armas y de los automóviles, por lo que durante su permanencia en esa organización criminal, de los 10 a los 16 años, asesinó a 19 personas, pero por ser menor de edad sólo cumplía una condena de cuatro años.
Aunque recordó que la primera vez que se enfrentó a un cadáver tuvo miedo, después normalizó ese contexto, y a los 11 años de edad, ya se desempeñaba como sicario, quien, además, descuartizaba y disolvía en ácido los restos de las víctimas que asesinaba, hecho que, aseguró, con el paso del tiempo no le hacía sentir nada, ni siquiera remordimiento o culpa, señala el reporte de Reinserta.
AUTOR: NORA GASPAR RESÉNDIZ.
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