“Estar con mis hijas será mi nuevo sueño americano”
La hondureña Génesis es una de esas migrantes que decidió arrojar la toalla y regresar a su país.
–Estuve esperando un rato, para ver si volvían a reactivar las citas de refugio, pero estamos en mayo y ya veo que no. Y pues lo mejor es que me regrese para mi país. Ahora, estar con mis dos hijas, cuidarlas, y tratar de enseñarles lo poco que yo he aprendido de la vida y que hagan algo bueno con las suyas, será mi nuevo sueño.
Génesis, que pide que no se mencione su verdadero nombre, dibuja en su rostro moreno una mueca que es una mezcla de alivio y de cansancio extremo. Está sentada en una silla de plástico en una de las habitaciones de la Casa del Migrante San Agustín.
Como ella, muchos otros migrantes que ya intentaron cruzar la frontera, o ya lo hicieron pero fueron detenidos y expulsados, aguardan en el albergue reponiendo fuerzas en lo que deciden qué hacer: si volverlo a intentar o volver a sus países.
–Ya uno se da por vencido, pues –lamenta Walter, otro migrante hondureño que interviene en la plática–. Ya lo intentamos varias veces y no se pudo. Y pues sí, como dice la compañera, lo mejor es regresarnos para nuestras casas. Porque aunque uno quisiera intentarlo con un coyote, pues ya gastamos todo nuestro dinero y, además, está bien peligrosa y difícil la pasada.
Walter, originario de San Pedro Sula, explica que él intentó hasta por tres veces cruzar la frontera con su esposa y con su bebé, una niña que nació durante su estancia en Chihuahua, pero ninguna de las veces tuvieron éxito: fueron detenidos y expulsados a México, donde encontraron asilo en el albergue de San Agustín. Sentado en otra silla, el hondureño cuenta que también tiene familiares del otro lado que lo esperaban, y que también le desaconsejaron que intentara cruzar de nuevo.
–Mi tío me dijo: ‘mira, si te ayudo… es tirar el dinero porque te van a expulsar muy rápido de acá. La migra está más dura que nunca con Trump.
Sobre esto, cabe recordar que Kristi Noem, la secretaria de Seguridad Nacional estadounidense, presumió el 7 de mayo ante el Congreso que, como resultado de la política antiinmigrante de Trump, hubo menos de 200 arrestos al día de personas indocumentadas a lo largo de la frontera sur de su país; una cifra, aseguró Noem, que es la más baja en la historia de Estados Unidos.
Desanimados ante este contexto, la familia hondureña decidió también que lo mejor era regresar a Centroamérica e intentar establecerse de nuevo, aunque Walter asegura que está muy preocupado, pues la situación en su país no ha mejorado en cuanto a la violencia de las pandillas y el cobro de extorsiones al por mayor.
–De donde salimos huyendo, si vos tenés un negocito pequeño, de lo que sea, tenés que pagar a diario 200 o 300 lempiras (unos 200 pesos mexicanos) a los pandilleros. Vos tenés que trabajar para ti, para sacar adelante a tu familia, y tenés que trabajar para los pandilleros. Así es la vida en Honduras.

El problema para regresar a sus países, paradójicamente, es cómo salir de México. Tanto Génesis como Walter aseguran casi al unísono que las autoridades del Instituto Nacional de Migración (INM) los llevarían hasta Tabasco, al sur de la frontera mexicana; una práctica que desde 2020, con la pandemia de Covid 19, comenzó a ser denunciada por migrantes y organizaciones de derechos humanos, que señalaban que éste era un intento de desgastar a los migrantes para que ellos mismos se autodeportaran por su cuenta y gasto a sus respectivos países en Centroamérica.
–Nosotros quisiéramos que nos llevaran de vuelta a Honduras, que nos ayudaran con el retorno asistido. O que al menos nos dejaran más cerca de la frontera –plantea Génesis.
Por su parte, Walter dice que acudieron con la Organización Internacional para la Migración (la OIM de Naciones Unidas), para tratar de que los asistan en el retorno a Honduras. Pero mientras obtienen una respuesta, todos están ‘varados’ en albergues como este de San Agustín, puesto que la gran mayoría ya están cortos de recursos económicos tras intentar varias veces pasarse del otro lado, y rentar una vivienda o un cuarto es sumamente costoso y difícil para ellos, por la gran cantidad de requisitos que les ponen los arrendatarios.
Como resultado, especialmente a raíz de la toma de protesta de Trump en enero de este año, las instalaciones de albergues como este de San Agustín están al 100% de su capacidad; por lo que la activista Linda Flores recuerda que necesitan ayuda para apoyar a los migrantes, a los retornados, y a quienes están desplazados por la violencia criminal en México.