Al menos 50 integrantes de la comunidad de Eloxochitlán, Oaxaca, han sufrido persecución por delitos fabricados debido a su defensa del territorio; 21 han estado en prisión. En mayo de 2025 se emitieron 200 nuevas órdenes de aprehensión.
Jaime Betanzos camina sobre el cauce del Río Xangá Ndá Ge, o Río de San Antonio de Eloxochitlán, pero no es el mismo cuerpo de agua que él recuerda de hace nueve años, previo a que fuera encarcelado injustamente por defender a su comunidad mazateca y denunciar el ecocidio que se vivía en la población ubicada en la Sierra Mazateca, al norte de Oaxaca.
El profesor ha tenido una larga trayectoria de lucha política como docente, cuando como parte del magisterio gritaba por la liberación de presos políticos en la década de los 90, sin saber que algún día la demanda sería utilizada en el contexto de su propio encarcelamiento.
“Yo jamás me imaginé que yo, que mi vida, estaría pendiente de esa expresión, de esa exigencia de libertad a un preso político”, señala frente a sus compañeros.
Más de 50 integrantes de la comunidad han sido perseguidos jurídicamente desde hace más de una década mediante delitos fabricados –como homicidio, intento de homicidio, incendio y daños por incendio– debido a su defensa del territorio y a favor de la organización comunitaria de los pueblos, y de ellos han pisado la cárcel 21 personas.
Aunque ya obtuvieron amparos para continuar sus procesos penales en libertad, varios de ellos —entre ellos el profesor Betanzos— enfrentan nuevos cargos, pues apenas en mayo de 2025 se liberaron 200 nuevas órdenes de aprehensión.
La destrucción del río Xangá Ndá Ge en Eloxochitlán
El cauce y nivel del río Xangá Ndá Ge se han visto alterados desde 2011, cuando habitantes de Eloxochitlán de Flores Magón comenzaron a observar la extracción de materiales pétreos, en particular arena para construcción, realizada por Manuel Zepeda Cortés y vinculada a su hija, la diputada local Elisa Zepeda.
“Allá, donde yo nací, el arroyo transitaba a flor de piel de la naturaleza, entonces ahí hacíamos lanchitas y nos tirábamos de panza”, rememora Betanzos sobre su infancia en el río. “Y mi madre y sus vecinos lavaban ropa en este río, en el centro del pueblo. Llevaban sus bateas de madera y ahí lavaban su ropa, el agua no estaba contaminada”.
El nombre del río, que en castellano significa “Ser de brazos abiertos”, es un reflejo de la cosmología mazateca en torno a este cuerpo de la naturaleza: brinda agua para el uso de los habitantes, vida a las plantas y árboles, y es parte de un ecosistema completo donde habitan ranas, aves y demás animales.
“El río para nosotros representa la culminación de nuestra vida”, comparte Betanzos. “Nosotros esperamos que llueva, no así en otros lugares del mundo, aquí se espera que llueva unos tres o cuatro meses, entonces la tierra se fertiliza, el maíz crece, y la naturaleza se recicla.”
Más de una década después de las primeras denuncias de ecocidio, el río ha perdido su cauce y su altura. En algunos puntos, el agua apenas forma charcos a pesar de las lluvias y corre por áreas donde antes crecía pasto, rozando apenas las raíces expuestas de álamos que han perdido su anclaje. A los costados se acumulan bancos de tierra y arena contaminada, que son extraídos sin autorización.
Denuncian extracción irregular de arena en río de Eloxochitlán
En 2011, los habitantes de Eloxochitlán empezaron a vivir persecución y represión en sus asambleas comunitarias, por defender su forma de organización y denunciar que se estaban extrayendo materiales pétreos –en particular de arena que se utiliza para la construcción– a lo largo del río de manera irregular y masiva sin el permiso de los mazatecos.
La regulación de estos insumos es competencia del Gobierno federal cuando la extracción se realiza en cauces de los ríos, como en el caso de Eloxochitlán, de acuerdo con el artículo 113 de la Ley de Aguas Nacionales.
Sin embargo, no existe ningún título de concesión vigente para la extracción de materiales pétreos en el municipio entero, según la Comisión Nacional del Agua (Conagua), el ente encargado de emitir estos permisos; ni una concesión en todo el estado a nombre de “Elisa Zepeda Lagunas” o “Manuel Zepeda Cortés”.
La legislación establece que, en caso de detectarse daños apreciables a taludes, cauces u otros elementos relacionados con la gestión del agua, estos deberán ser reparados en su totalidad por quienes los hayan provocado, además de las sanciones penales y administrativas que puedan aplicarse.
Al percatarse de los hechos, hombres y mujeres mazatecos denunciaron el ecocidio del río. En respuesta, se abrieron carpetas de investigación fabricadas en contra de integrantes de 40 familias, incluyendo a Jaime Betanzos.
Nueve años de prisión sin sentencia tras detención arbitraria de habitante de Eloxochitlán
A mediados de diciembre de 2014, el profesor Jaime Betanzos fue detenido junto con otros seis compañeros, también líderes en Eloxochitlán y parte de la organización propia de los mazatecos como policías comunitarios y un suplente de síndico. Junto con él, fueron aprehendidos de forma arbitraria Herminio Monfil, Wilfrido Salazar, Rubén Cerqueda, Omar Morales, Fernando Gavito y Alfredo Bolaños.
Los hombres habían formado parte de una asamblea que se celebró con la intención de elegir al nuevo alcalde de la comunidad, la cual fue interrumpida por hombres armados, entre ellos el hijo del cacique Manuel Zepeda Cortés, Manuel Zepeda Lagunas, con saldo de dos muertos.
Cuando los policías comunitarios y sus compañeros acudieron al Ministerio Público para denunciar el ataque en contra de la comunidad, fueron detenidos arbitrariamente bajo señalamientos de intento de homicidio y homicidio, entre otros delitos. En ese momento empezó una lucha judicial por parte de Eloxochitlán para la liberación de los presos políticos.
Mientras que las y los mazatecos buscaban que sus compañeros salieran de la cárcel, el Poder Judicial local expidió en los años consiguientes órdenes de aprehensión contra más miembros de la comunidad, de tal forma que en total 21 personas –principalmente hombres– fueron privados de su libertad a lo largo de 10 años, y decenas más tuvieron que huir de sus hogares para evitar ser aprehendidos por delitos fabricados como asesinato, intento de homicidio, incendio, daños por incendio y robo.
“Yo quería ser libre”: Fernando, preso 10 años por un delito que no cometió
Fernando Gavito estuvo encerrado 10 años por un delito que no cometió, sin sentencia, antes de que pudiera regresar a estar con su familia. En 2014, fue detenido irregularmente cuando era policía comunitario de Eloxochitlán y acudió con otros compañeros a denunciar un ataque armado durante una asamblea.
Sus compañeras y compañeros comenzaron a tramitar amparos y montar plantones para exigir su liberación inmediata. Él realizó tres huelgas de hambre dentro de la penitenciaría en protesta por su encarcelamiento. La más larga de ellas duró 46 días.
“Estar ahí en la cárcel, es como si estuvieras en el panteón. Porque estás vivo, pero ya no puedes ver a tu familia. Puedes marcar, puedes hacer llamadas, pero no es lo mismo”, relata Gavito, como le dicen en el pueblo mazateco. Fue a raíz de eso que perdió el miedo y decidió hacer su primera huelga de hambre, que duró tres días.
“[Dije] ‘Yo estoy aquí, encerrado en un solo lugar y tengo que hacer algo’. Fue así que yo me di el valor de hacer una huelga por mi libertad, porque yo quería ser libre”.
Sumado a ello, escribió poemas y canciones que narraban sus vivencias como preso político y luchador social.
Finalmente, en junio de 2024 pudo regresar a su casa, aunque todavía pesaban sobre él los juicios por los delitos fabricados de homicidio y tentativa de homicidio. “Cuando llegó la verdadera libertad, yo no creí, yo no sentía la verdad mucha emoción porque sentía que era un sueño”, expresa.
“Estamos demostrando nuestra inocencia”: perseguidos por defender su comunidad en Oaxaca
En el caso de Martha Betanzos, hermana de Jaime Betanzos, la persecución política que enfrentó en 2014 la obligó a huir de su hogar durante dos años. Vivió en la Ciudad de México, lo que provocó en ella un gran choque cultural porque estaba acostumbrada a su vida en el rural Eloxochitlán.
Durante la persecución en su contra, así como contra su esposo y sus dos hijos, la señora Martha fue desplazada de manera forzada de su comunidad y, a causa del estrés constante, desarrolló problemas de visión.
“Es desgastante, porque te enfermas. Ya no tienes ese recurso, ya no estás bien de salud, tu familia se desintegra, ya no tienes buenas relaciones con tus hijos, con tus nietos”, comparte. “Hay personas que mal miran (…) porque creen lo que dicen, se creen que somos asesinos y rateros, pero por eso estamos caminando, porque estamos demostrando nuestra inocencia”.
Cuando pudo regresar a Oaxaca, enseguida se sumó a las filas de batalla de las demás mujeres mazatecas. Entre lágrimas y dolor, se han abrazado y dado aliento para sostenerse pese a los embates del Poder Judicial estatal. “No nos hemos abandonado”, dice Martha con ternura.
Ahora la acompaña el respaldo de sus compañeras, luego de que su nombre apareciera entre los 56 integrantes de la comunidad contra quienes se emitieron más de 200 órdenes de aprehensión en mayo de 2025.
“Otra vez, ¿de qué se trata? ¿Qué más les falta, qué se les olvidó? ¿A qué están jugando con nuestras vidas?”, reclama. “Cada que se les pega la gana, andan inventando cosas, y eso no está bien”.
“Queremos que el gobierno ponga atención a este llamado que hacemos, porque se supone que ya pasaron 10 años. Ahorita queremos ser libres, queremos que ya acabe todo esto”.
“Libertad a los presos por luchar”, la consigna de habitantes de Eloxochitlán
Han pasado casi once años desde que los primeros activistas de Eloxochitlán fueron encarcelados por delitos que no cometieron, y hoy ya todos han podido salir y recuperar su libertad.
Para algunos, es una libertad condicionada, pues están sujetos a firmas periódicas cada 15 días y a mantenerse dentro de un perímetro delimitado, en tanto que el proceso penal no sea desechado.
Para otros, es una libertad a escondidas, pues en mayo del 2025 fueron emitidas más de 200 nuevas órdenes de detención contra 56 miembros de la comunidad, lo cual obligó a varios a desplazarse forzosamente para evitar su reaprehensión.
Para todos, la batalla no ha terminado, y se concentra en una consigna que gritan con voces firmes al final de cada asamblea, puño en alto y filas cerradas: “¡Libertad, libertad, a los presos por luchar!”.
FUENTE: ANIMAL POLÍTICO.
AUTOR: TAMARA MARES.
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