AUTOR: JESÚS CANTÚ.
MÉXICO, D.F. Por enésima ocasión la promesa de una reforma fiscal terminó en una miscelánea fiscal más, que por supuesto es insuficiente para eliminar o siquiera disminuir la petrodependencia, por lo cual impacta directamente sobre la pretendida reforma energética y obligará al actual gobierno a proponer más cambios impositivos en los próximos años, para mantener la incertidumbre fiscal.
Los problemas del sistema tributario mexicano son los mismos desde hace más de medio siglo: muy baja recaudación (desde 1960 los ingresos tributarios –eliminando los recursos provenientes del petróleo– rondan el 10% como porcentaje del PIB); dependencia de los impuestos indirectos (el 52% de los ingresos provienen de éstos); y una muy alta evasión y elusión fiscal. Desde 1980, la petrodependencia (en estos momentos los recursos provenientes de derechos o impuestos vinculados a los hidrocarburos representan casi el 40% de los ingresos presupuestales del sector público) permitió por un lado mitigar la baja recaudación, y, por el otro, impulsar reformas y contrarreformas impositivas de acuerdo con la coyuntura y con fines político-electorales.