AUTOR: ÁLVARO DELGADO (ANÁLISIS)
IMAGEN TOMADA DEL SITIO DE PROCESO. |
Y algo está muy descompuesto, también, para que –salvo expresiones marginales en 120 millones de mexicanos– la sociedad consienta, desdeñe y aun justifique tal agresión a lo más sagrado que tiene un pueblo: Su niñez.
El manoseo policiaco en el Zócalo a niños y bebés, la noche del Grito de Independencia, no es un acto fortuito ni aislado, sino una disposición desde el gobierno de Enrique Peña Nieto que ha llegado para quedarse.
El mensaje de Monte Alejandro Rubido, jefe máximo de la seguridad pública federal, y de Roberto Campa Cifrián, subsecretario de Gobernación, es inequívoco: Lo que se hizo –el ultraje a los niños– estuvo bien hecho.