El refugio Pergatuzoo, en el municipio mexiquense de Nicolás Romero, enfrenta amenazas de supuestos integrantes del Cártel Jalisco, quienes les exigen pagos de 25 mil hasta 50 mil pesos a cambio de no dañar a los animales o quemar el albergue.
Era un ataúd clásico. De color marrón, crucifijo dorado en la tapa, tamaño estándar para un adulto, y seis agarraderas de color plata a los costados.
Nada extraordinario, salvo por dos detalles: el primero, que el féretro yacía abandonado en plena noche y en plena calle bajo la luz tenue y anaranjada de unas viejas luminarias; y el segundo, la sábana blanca con la que alguien lo cubrió y que contenía un mensaje.
Quien habla es Miguel Ángel Vargas Hernández, uno de los dueños del refugio para animales Pergatuzoo, ubicado en el municipio mexiquense de Nicolás Romero.
Miguel explica que el hallazgo del ataúd se produjo la noche del viernes 6 de julio del año pasado y que fue el resultado de meses previos de intentos de extorsión al albergue animal que, luego de detenerse por un tiempo tras la intervención de autoridades federales, se han vuelto a reactivar, pero ahora supuestamente por criminales del mismo grupo basados en la vecina Ciudad de México, en contubernio con autoridades policiacas.
Bajo un cielo gris y encapotado –por momentos comienza a lloviznar–, Miguel camina la mañana del miércoles 9 de julio por las calles laberínticas y estrellas de la colonia, a la que se le conoce con el apodo de ‘la bolsa’ debido a que aquí, explica el vecino, “si no te conocen, o no te ubican, es fácil que te roben la bolsa”.
Al final de una de esas callejuelas estrechas, el hombre se detiene sobre la pequeña avenida que atraviesa el lugar, y que se bifurca en otras dos callejuelas empinadas.
En mitad de esa bifurcación, a unos pocos pasos de la casita que hace de ‘dique’ entre ambas calles, Miguel señala con el brazo en alto que justo en esa intersección, donde ahora hay estacionado un coche de color oro deslavado, fue el lugar en el que los criminales dejaron la amenaza con forma de ataúd.
—Llegamos al albergue como al mediodía, y nos sorprendió que vimos a la Guardia Nacional. El ataúd ya no estaba, pero dos de nuestros empleados sí alcanzaron todavía a verlo. Nos dejaron una manta diciendo que el cártel ya había llegado al barrio y que nos teníamos que alinear… o que nos atuviéramos a las consecuencias.
Esa, añade el hombre enseñando en su celular la foto del féretro abandonado en mitad de la calle, ha sido la amenaza más macabra que han recibido, pero no la única.
⭕El @alberguepergatu, ubicado en Nicolás Romero, #Edomex, denuncia extorsión y amenazas por parte del crimen organizado.
— Animal Político (@Pajaropolitico) July 15, 2025
Los dueños señalan que les han pedido hasta 25 mil pesos mensuales.@ManuVPC, reportero de @Pajaropolitico, investigó más sobre el caso. 👇 pic.twitter.com/162DJBcoR5
Tiempo atrás, en marzo, les enviaron otros mensajes por redes sociales diciéndoles que, o pagaban la cuota al cártel, o entrarían al albergue que actualmente da refugio a más de 2 mil animales, entre perros, gatos, caballos, burros, jabalíes y hasta peces y tortugas, y lo quemarían con todo lo que hubiera adentro. Y en otra ocasión, José Francisco, el velador del refugio, recibió una paliza de seis jóvenes, muy cerca del lugar donde el cártel dejó el féretro; uno de los jóvenes le tumbó buena parte de la dentadura con la cacha de una pistola, y el resto de jóvenes lo golpearon con unos tubos las piernas, lo que le provocó una cojera permanente.
—Lo único que alcancé a escuchar mientras me pegaban era que no me creyera que, porque me protegía la doctora —Ana Vargas, hermana de Miguel y directora del albergue Pergatuzoo—, me iba a librar —cuenta el velador.
“Si no quieren que quememos el albergue, tienen que pagar”
Miguel, que viste unos jeans desgastados, una sudadera de color gris con capucha y una gorra ya deslavada por tanto uso, camina ahora por una de las calles empinadas de la colonia. Es también una calle estrecha, con viviendas a ambos lados y tienditas de abarrotes. En uno de los lados hay muchos vehículos estacionados, dificultando el paso de otros coches que transitan despacio por la zona con las ventanillas abajo y la música a todo volumen.
En uno de los pocos lugares de estacionamiento que están libres, el hombre se detiene.
—Aquí empezó todo —dice con ambas manos metidas en la sudadera, mientras un par de jóvenes arriba de una moto pasan y lo miran de reojo.
Miguel cuenta que, por lo estrecho de la calle, no hay lugares suficientes de estacionamiento, y por eso se convirtieron en un valor muy preciado para los vecinos. Y por ello, un día su sobrino llegó al albergue diciendo que un señor le comentó que tenían que pagar 50 pesos para estacionar en la calle. Ni a Miguel ni a su hermana Ana se les hizo una cantidad desorbitada, por lo que aceptaron pagar.
Sin embargo, cuando a la calle llegaban camionetas a nombre del albergue, a alguien se le prendió el foco.
—Cuando vieron el movimiento de personas voluntarias que llegaban con alimento de perro o de gato, además de los camiones de forraje para los caballos y los burros que pedimos al menos una vez al mes, a alguien se le ocurrió que aquí había mucho dinero. Y entonces, de 50 pesos pasaron a pedirle a mi hermana 25 mil.
Ana Vargas, la directora de Pergatuzoo, dice que trató de hacer entrar en razón a los extorsionadores, que ya decían actuar a nombre del Cártel Jalisco Nueva Generación. Les explicó que darles 25 mil pesos, implicaría no poder alimentar a los animales durante una quincena, y tendrían que cerrar.
Pero la respuesta de los criminales, apunta Miguel, fue contundente.
—Nos dijeron: ‘háganle como puedan. Y si no quieren que hagamos daño a los animales o que quememos el albergue, tienen que pagar esa cantidad’.
A continuación, el hombre hace una pausa.
—Es triste —reflexiona quitándose la gorra—, pero los criminales ya no perdonan ni a los animales. Nosotros aquí no hacemos una labor comercial, sino una labor social y humanitaria. Les tratamos de explicar esto a esas personas… pero simplemente no les importa.
Animales entre el abandono, la santería, y la amenaza del cártel
Miguel está ahora dentro del albergue que fundó en 2010 su padre, el doctor Felipe Ángeles Vargas Hernández. Llevan desde entonces, explica, haciendo malabares para poder mantenerlo y dar cabida a todo tipo de animales que ellos mismos rescatan de las calles, o les llevan a sus instalaciones.
Especialmente a raíz de la pandemia, el flujo de animales abandonados se disparó. Bien sea porque muchos dueños murieron por el virus, o bien porque otros ya no podían hacerse cargo económicamente de animales como caballos, vacas, o burros, el albergue vio crecer rápidamente su población hasta llegar a los 2 mil 300 animales, que en su mayoría son perros abandonados.
El aumento de la población ha sido tal en los últimos años, que han tenido que duplicar esfuerzos, tanto de mano de obra, como para buscar recursos económicos, para dar cabida a la mayor cantidad de animales posible. Aunque el propio Miguel comenta que por eso mismo también han recibido críticas y acusaciones de que los tienen “hacinados”; una acusación que niega, asegurando que en el refugio dan un “trato digno” a todas las especies que rescatan, pues les proporcionan alojamiento, alimento, vacunación y atención veterinaria.
A lo largo y ancho del albergue hay historias de todo tipo. En su mayoría, tristes y desgarradoras, especialmente las de cientos de perros abandonados a su suerte en las calles o vías públicas –Ana Vargas pide al cuidador del refugio que muestre al perrito boxer completamente desnutrido, en los huesos, que acaban de rescatar–, o que incluso fueron víctimas de violencia sexual.
También hay historias tan macabras, o más, como la del ataúd: en el albergue hay alojados borregos y chivos que fueron mutilados en los rituales de santería que tanto abundan por la zona montañosa de Nicolás Romero.
Una de esas historias, cuenta ahora Ana mientras da de comer a una burrita que nació ciega y que no querían en la granja porque no les servía como animal de carga, es la de ‘Satanás’, un chivo negro que fue encontrado en un cerro rodeado de otros chivos, perros y gatos negros, todos mutilados y muertos.
En el lugar donde fue hallado habían hecho un ritual de brujería, y solo ‘Satanás’ había sobrevivido. Las personas lo rescataron, pero la leyenda urbana cuenta que cuando el borrego negro llegó al pueblo se hizo un gran remolino de viento y dejó de llover por mucho tiempo.
—Y pues empezaron las creencias y los mitos de que el chivo era un demonio que traía la desgracia —cuenta Ana.
Los vecinos querían matar a ‘Satanás’, pero nadie se atrevía a hacerlo porque creían que eso desataría una maldición. Así que alguien se armó de valor y lo dejó en la puerta de Pergatuzoo, donde lleva años conviviendo con el resto de animales.
Con una sonrisa cansada, Ana y Miguel aseguran al unísono que no creen que los intentos de extorsión tengan nada que ver con el pobre chivo. Más bien, culpan a la problemática de violencia que lleva años azotando a México, y en particular al Estado de México, que con 2 mil 049 casos de extorsión en lo que va de nuevo sexenio de Claudia Sheinbaum es la entidad con más denuncias en el país, por delante de Guanajuato, Nuevo León y Ciudad de México. De hecho, apenas el pasado 6 de julio, el Gobierno Federal incluyó al Edomex como una de las 8 entidades prioritarias de atención en la nueva Estrategia Nacional contra la Extorsión.
Sin embargo, los directores de Pergatuzoo creen que, si no se pone un alto a la corrupción de las autoridades policiacas y de investigación, de poco o nada servirá esa nueva estrategia.
“Ahora son 50 mil”
Después de que unos desconocidos le dejaran en julio del año pasado un féretro tirado en la calle como amenaza, el asunto de la extorsión al albergue Pergatuzoo llegó incluso a la ‘mañanera’ del expresidente López Obrador.
Miguel explica que en primera instancia acudieron ante el Ministerio Público local, pero a denunciar que “la autoridad y los policías municipales estaban coludidos con los criminales”. De hecho, recuerda que, luego del hallazgo de 10 cuerpos en dos fosas clandestinas, Nicolás Romero fue de los primeros municipios mexiquenses donde se ejecutó la llamada ‘Operación Enjambre’ para detener a policías municipales que habían sido cooptados por el Cártel Jalisco Nueva Generación.
Por ello, acudieron a la Presidencia, que envió a la zona elementos de la Guardia Nacional y la Marina para calmar la situación.
Pero, este verano las extorsiones y las amenazas volvieron a reactivarse.
Apoyado en una pared desnuda de pintura muy próxima a la puerta metálica del refugio, Miguel cuenta que el 17 junio de este año un sobrino que los apoya fue a llevar las gorras de los trabajadores a lavar al local de un amigo suyo, ubicado en la colonia Federal de la Ciudad de México, muy cerca del aeropuerto.
Ahí, estando ya en el local, unos desconocidos se le acercaron.
–Le dijeron: ‘sabes qué, allá en Nicolás Romero se salvaron, pero aquí ya no se salvan. Somos del Cártel Jalisco y los tenemos bien ubicados. Sabemos dónde viven, cómo viven, y todos sus movimientos. Y ahora ya no son 25 mil, ahora son 50 mil pesos. De lo contrario, van a vivir un infierno.
El sobrino se puso nervioso y salió de inmediato del local. Se subió a su camioneta y los criminales hicieron lo mismo para impedirle la salida, chocando su auto. El joven huyó entonces corriendo y encontró a una patrulla de la policía capitalina, a quien le solicitó auxilio. Eran las 8:30 de la noche.
—Mi sobrino nos llamó diciendo que había tenido un problema. Fui con mis dos hermanas al lugar y cuando llegamos, uno de los sujetos nos dijo delante de la policía: ‘Somos del Cártel Jalisco, ni le muevan’. Le pregunto al policía: ‘Está diciendo abiertamente que es de un cártel, ¿no lo va a detener?’ Y dijo que no, que no estaba armado y que no iba a hacer nada.
El problema, apunta Miguel, no solo fue que no hizo nada el policía, sino que además los presuntos integrantes del cártel acusaron al sobrino de haber chocado su camioneta, dando como resultado que los tipos fueron liberados, mientras que el sobrino fue detenido por daño a la propiedad ajena –con el agravante de un supuesto intento de fuga-, y enviado al reclusorio luego de que, denuncia Miguel, el ministerio público capitalino le exigiera 40 mil pesos para dejarlo en libertad y no querer pagar esa cantidad. Finalmente, el sobrino salió libre poco después, el 21 de junio, gracias a que un juez de control calificó la detención como ilegal.
Por si fuera poco, Miguel denuncia que el 19 de junio los policías del Ministerio Público capitalino, cuando su sobrino estaba detenido, se llevaron el auto donde el joven llevaba varios bultos con comida para los animales del albergue.
—Los policías sustrajeron del vehículo más de la mitad de los alimentos. Los robaron. Por eso mi hermana está reclamando que le regreses esos alimentos. Fue una pérdida para los animales del albergue, porque los policías no debieron de haber incautado esos costales. Fue un abuso de autoridad del MP.
Tras lo sucedido con su sobrino, Miguel asegura que las amenazas por redes sociales también se reactivaron. Les volvieron a decir que, si no pagaban la cuota, quemarían el refugio con todo lo que haya en su interior. Por eso, vuelven a pedir la ayuda de las autoridades.
—Ayer salió una nota de que quemaron un almacén en Ciudad de México vinculado con el tema de la extorsión. ¿Qué te dice eso? –cuestiona Miguel—. Pues que esa gente no se anda con inventos, que es un modus operandi que tienen para quienes no pagan. Por eso –dice mientras acaricia el lomo marrón de un caballo rescatado-, aquí todos vivimos con terror.
¿Te interesa conocer más y ayudar al refugio Pergatuzoo?, aquí puedes conocer más información: https://www.instagram.com/albergue_pergatuzoo/?hl=es
AUTOR: MANU URESTE.
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