AUTOR: ÓSCAR BALDERAS.
Le llaman “invitación” y ese día de mayo de 2013 fue todo menos cordial. Se acercaron a la cafetería de Perla N., el negocio familiar desde hace cuatro años ubicado en la zona escolar de la FES Acatlán de la UNAM, y los tres hombres, muy serios, caminaron hasta donde está la caja registradora.
- Buenas tardes, ¿usted es la dueña del negocio?– preguntó uno con lentes oscuros.
- Sí, ¿dígame? – respondió Perla, de 51 años, con voz trémula, acorralada entre el mostrador y la pared. Conocía ese vacío en el estómago, lo que antecede a un “esto es un asalto” o “entrégueme el dinero”. Dos veces ya había pasado por eso y su regla era no oponer resistencia y ser respetuosa.